viernes, 30 de marzo de 2007

TINTERO VITUAL CCLXXVI "El idiota"

TINTERO VITUAL CCLXXVI "El idiota"
Antes de nada disculpas por el retraso...
Titerianos de guardia! gracias, grazas, eskerrik asko, gràcies
Les dejo este tema, registrado por un tal Fiodor según creo, que lo disfruten ya que yo no podré acudir a la cita por unas inmerecidas vacaciones.
Saludos y feliz año

Chesterton29/12/0617:01




  • Blas, El Boludo.
Si tonto es el que dice tonterías, idiota es el que padece de idiocia, congénita o adquirida. Pero también lo es el engreído sin fundamento y el que no ha sido instruído.
Blas era idiota en el amplio sentido del término. Idiota porque nació con una minusvalía mental cifrada en menos de un cincuenta por ciento de coeficiente intelectual. Idiota porque a los siete años se cayó de un árbol y su tía Petra, perpleja, exclamó "si naciste tonto de remate, ahora eres idiota redomado". - Las palabras de tía Petra se consideraban sentencias entre el clan familiar y lo que decía tía Petra "iba a misa". Blas iba a misa también, en calidad de monaguillo y a veces su madre creía vislumbrar un ápice de inteligencia y sentido común en su hijo cuando recitaba de carrerilla y por orden toda la parafernalia del misal. - Idiota porque presumía de tener familiares insignes siendo mentira. Idiota, al fin, porque sus padres desistieron de llevarle a la escuela y no aprendió a leer y escribir hasta que llegó al pueblo Ignacio, un profesor muy joven y que con muy buena voluntad se empeñó en que Blas leyese y escribiese como los demás niños de la escuela, a pesar de que Blas ya había alcanzado la pubertad.
Ignacio le dedicó tanta paciencia, tanto esmero, que Blas no sólo aprendió a leer y escribir en un cuaderno sino que dominaba a la perfección los intríngulis del Word y escribía correos electrónicos por encargo del párroco, normalmente pidiendo recaudar fondos a la feligresía. De ahi a entrar en foros y chats, un paso. Blas se volvió un acérrimo de la opinión virtual y visceral. Vertía opiniones de todo tipo en cualquier foro de cualquier portal de cualquier lugar de la vasta red internauta. Pero como era un idiota redomado e integral, nadie le hacía mucho caso y sus opiniones en Argentina eran consideradas boludeces y en España, gilipolleces. Total, que pronto Blas fue apodado El Boludo allá y El Gilipollas, aquí.
Te prevengo internauta, creo que este tal Blas te ha dicho lo que opinaba al respecto. No se lo tengas en cuenta. Es un idiota.
Blas

gemmayla30/12/0623:06



  • La ermita y la fuente.
En Arrabalejos había una ermita paleocristiana. Los años y las inclemencias habían deteriorado la estructura, los frescos y el armazón. Se adivinaba su belleza antigua en aquella demolición.
Genaro había nacido en Arrabalejos y se conocía todos los caminos, sobre todo los que llevaban a la ermita, que decían estaba dedicada a la virgen y mártir del siglo III, Santa Valeria, martirizada en la vía Nomentana.
Genaro tenía fama de extravagante, de insolidario, de cazurro y solitario. Rehuía la presencia de la gente porque prefería el silencio. Se pasaba horas y horas oteando la lejanía, contemplando el paisaje, recogiendo hierbas y cazando reptiles. Y decidió hacerse pasar por idiota para conseguir algún dinero para reparar la ermita.
Y se inventó una leyenda relacionada con el lugar para que fuera la atracción de turistas y bobalicones de ciudad; pero sobre todo para que se dejaran el dinero. Primero hizo correr la voz de que santa Valería curaba del reuma y de los ahogos del puerperio. Del mal de ojo y de las fiebres de Malta.
Junto a la ermita quedaba como residuo de un templete, una pequeña balsa donde una fuente murmuraba sus cuitas al paisaje. También Genaro aprovechó aquella agua que manaba ajena a todo para incluirla en sus planes. Y corrió la voz de que aquella agua era curativa de dolores de estómago, problemas urinarios y mal de la piedra. Y que quien tirase monedas en su alberca veía realizados sus deseos. Para eso debía hacer una caridad al cepillo de la santa Valeria, que por algo se llamaba Valeria: porque valía para curar esos males y rezar una Salve.
No tardó en correr la voz sobre las bondades del agua y la eficacia de los milagros de la santa. Genaro fue entrevistado por un periodista de El País y sus palabras ambiguas calaron en la gente de la ciudad siempre deseosa de novedades y adictas a mitos rurales. Los fines de semana era un chorro de turistas que como rebaño de ocas acudían al lugar dejando sus donativos en el cepillo y en el fondo de la alberca que brillaba como unas escamas por la cantidad de monedas que tenía depositadas.
Genaro se encargaba de recoger el dinero del cepillo y las monedas y pronto comenzó las obras de reparación de la ermita. Hasta que un día Genaro apareció flotando en la alberca cabeza abajo.
Las gentes del pueblo, que lo conocían, comentaban que el pobre idiota no sabía nadar y recordaban que había dicho que algún día se bebería toda el agua hasta reventar.
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(PD. Dedicado a mi amiga Gemmayla, ya que no tenemos Fontana de Trevi...)

ANDRESNIPORESAS03/01/0713:11




  • Zacarías.
I - ¿ COMO TE LLAMAS ?... ¿ có-mo-te-lla-mas ? - . - ¡ Sr. Alcalde, por favor, siga mirando a la cámara mientras les habla !, un par de fotografías más y habremos acabado -.
Escondida entre el grupo de periodistas destinados a cubrir la inauguración del centro psiquiatrico, pensaba que jamás me podría acostumbrar a ningún " Sr. Alcalde ". Dejando a un lado mis pensamientos que no me conducían a nada salvo a sentirme mal, y viendo que ya había acabado de anotar el nombre de todas las autoridades presentes en el evento, cogí un vaso de limonada y me encaminé sin saber muy bien por donde, en busca de aire fresco.
Encontré un amplio jardín; en una apacible sombra un banco solitario me invitaba a descansar. El dulce trinar de los pájaros, la belleza de la reciente primavera que hasta a sitios como aquel llegaba haciéndome olvidar los antiestéticos barrotes habidos en las ventanas, poco a poco fueron apaciguando mi alma de nuevo con la vida. Entonces le vi. Era el mismo a quien habían preguntado su nombre. Era el mismo que cuando le preguntaron y los fotógrafos insistían en hacerle fotos, creí ver en sus ojos........ ¡ no supe lo que vi !, ni sé porque me enfadé con el mundo por lo que vi. Era el mismo de quien oí comentar : - No entiende lo que le dicen - , - ah ! es tonto - , - se dice retrasado - .
Un tanto incomoda note que se aproximaba hacía mí, con paso cansino, cabizbajo. Con un gesto me indicó que si se podía sentar. - Ah si si , claro - dije mientras apresuradamente recogía mi mochila y me quedaba sentada en una esquina del banco. " Cuento hasta treinta y me voy" pensé, "..... 14, 15, 16". - ¿Por qué fumas?- pregunto mirando el cigarrillo que sostenía entre mis dedos. - ¿Cómo?, si le molesta lo apago- dije mientras pisaba mi cigarro. " 17, 18, 19, 20 ". - ¿Te importaría leerme un cuento? - dijo a la vez que me tendía un libro - mis ojos, niña, ya no son lo que eran -. " Lo siento señor loco pero me tengo que ir ",pensé. - Claro que no - dije.
Pase media hora leyendo cuentos de Las mil y una noches, sintiendo una inusitada paz al hacerlo y sobre todo al tener a mi lado a un anciano con ojos de niño que miraba embelesado al cielo, a las flores, a mí.... - ¡¡ Zacarias es la hora del baño !!- grito una espantosa enfermera con bruscas señas para hacerse entender. Le devolví el libro y se fue. Antes de entrar en el edificio regreso al banco con paso cansino, cabizbajo. - ¿Volverás? - preguntó ofreciendome una rosa blanca. " No puedo, tengo mucho que hacer " pensé. - Por supuesto- dije.
Mis visitas al sanatorio, mis visitas a Zacarias, se convirtieron en semanales. Se convirtieron en las más fascinantes horas de lectura que hubiera podido imaginar. Se convirtieron en un remanso de paz; leyendo cuentos de Quiroga, Borges, Onetti....; a veces, le leía poesía y quien se quedaba embelesada escuchando era yo, sabía de memoria cualquier poema que le empezará a leer ya fuera de Ruben Darío, de Machado, de Hernández o de Storni; me quedaba embelesada escuchándole ya que jamás había oído recitar con tanta pasión. Otras veces, las menores, hablaba sobre el comportamiento extravagante del ser humano , y otras muchas hablábamos sobre la dificultad mayor de la vida: llegar a conocerse uno mismo. Yo le dejaba hablar. Apenas me atrevía a interrumpir. No me atrevía.
Una tarde de sábado le encontré en el banco de siempre, había varias visitas paseando entre los frondosos árboles, Zacarias estaba solo, esperándome, pero esta vez no tenía entre sus manos un libro sino un paquete envuelto en un viejo papel de periódico. Me senté a su lado diciendo como siempre : - Buenas tardes -.
II Zacarias me miró, hizo una gentil inclinación de cabeza y sonrío levemente. Me entregó el paquete. - ¿Es para mí?- . Asintió. Quite el envoltorio con manos temblorosas. Dentro, encontré la figura ecuestre más bella que había visto en mi vida. - Ah no !, no puedo aceptarlo, no debes gastar tu dinero en algo para mi - . - Quedáte con ella por favor, quiero que la tengas tú -. Entonces sospeche que...... - Zacarias..... ¿esto no lo has hecho tú verdad? - . - Eso no importa, escucha, no te podré ver en mucho tiempo niña, tal vez no te vuelva a ver más - . - ¡¡ ¿ Por qué ? !! - casi chillé - ¿por qué si la semana que viene volveré ? ¿ te encuentras mal?
Dos enfermeros llegaron a nuestro banco. - ¡Vamos Zacarias te han prohibido salir! - dijo uno, -No sé para que le hablas, sino se entera - dijo el otro. " El pobre loco " se alejaba con paso cansino, cabizbajo, entre sus dos guardianes. - ¡¡ Zacarias Zacarias !!- corrí hacía ellos -dejadme un minuto a solas con él- pedí a los enfermeros. - ¿Qué pasa Zacarias?- . - .......... casi...casi matan a un compañero, dicen que fui yo - . - ¡¡ Pero tu no.... diles....- . -No puedo niña, ni siquiera..... ni siquiera sé si fui yo mi niña.... hace tiempo aprendí que es una desgracia no tener talento para hablar bien, pero mayor desgracia es no saber callar....y yo no sé...- decía mirándome y acariciandome con los ojos - ¿Volverás?- . -¡Volveré Zacarias! - dije mientras algo se me quebraba dentro, muy dentro, viéndole desaparecer con paso cansino, cabizbajo.

ANDREA00703/01/0714:19




  • Zombie.
Aquella tarde el viento agitaba con fuerza los árboles de la urbanización, arrastrando lejos las primeras hojas que caían. El cielo encapotado tenía un color gris oscuro, y el aire olía a electricidad y a tierra mojada. Juan, Ernesto, Vicente y Elena estaban reunidos en su rincón favorito de la plaza de la urbanización, hablando por hablar.
Los columpios desvencijados se movían produciendo un ruido molesto; la herrumbre había corrompido las bisagras, que crujían al separarse. Juan arrancaba de vez en cuando su pequeña moto trucada, acelerándola a todo gas, y recorría con ella la plaza, marcando su territorio. Aquel lugar era una zona restringida, y todo el mundo en Santa María, sabía bien que poner un pie en aquel lugar era buscarse problemas. Juan tenía veinte años recién cumplidos pero no los aparentaba. Era un joven envejecido por los excesos, por las juergas y por la soledad. Tenía una manía; acostumbraba a mantener los puños cerrados, preparados para emplearlos cuando hiciera falta, que solía ser muy a menudo, y guardaba a buen recaudo, en el bolsillo de sus vaqueros, una pequeña navaja que solía enseñar con frecuencia y que manejaba muy bien. Jamás dudaba, por eso él era el líder.
Juan no tenía miedo a nada, siempre buscaba el peligro y arriesgaba hasta el final. No le tenía aprecio a la vida, ni a nadie, ni siquiera a Elena, su novia. Para Juan la gente era un instrumento más puesto a su disposición para hacerle la vida más fácil, para servirle o servirse de ellos. No tenía amigos, ni le hacían falta, pero nunca estaba solo. Ernesto y Vicente, sus perros fieles, le temían demasiado para alejarse y darle la espalda. Ellos jamás le daban la espalda, y hacían bien. Elena le quería, o eso se empeñaba en hacer creer a todo el que le preguntaba que qué demonios hacía perdiendo el tiempo con un tipo como ese. La verdad era que le gustaba lo que representaba; el rebelde sin causa. Le gustaba fantasear con que podría cambiarlo, hacerlo bueno.
Aquella tarde, como siempre, la sangre de Juan hervía. Necesitaba sacar fuera su rabia, hacer algo para olvidar la angustia que sentía por estar vivo, por vivir odiando de aquella manera. Pero no pasaba nadie, ni siquiera un perro al que apalear. Entonces se fijó en aquel anciano vagabundo que iba al comedor de la parroquia arrastrando una gran maleta de cuero. El Supo, que así era como llamaban al anciano, era un viejo conocido del barrio.
_¡¡Supo ¿qué llevas en esa maleta?!!_ gritó riendo.
Pero el Supo que conocía de oídas a Juan, siguió caminando sin prestarle atención.
_ ¡Supo no me ignores, viejo loco!, ¿qué llevas en esa maleta?
El anciano apretó el paso decidido a no darle motivos para comenzar una pelea, pues como buen conocedor de las almas de los hombres, sabía que no era difícil encender a aquel que ya va calentito, y que no hay nada más peligroso que lidiar un toro resabiado que ya no embiste por instinto sino por el deseo de buscar sangre. El Supo siguió caminando bajo una lluvia de insultos. Juan seguía insistiendo, ardiendo en deseos de pegar, de matar o morir. Entonces el Supo no pudo más. Sabía que no debía hacerlo, que no ganaría nada con aquello, pero se detuvo y lo miró de frente. Juan, que no estaba acostumbrado a que nadie se le enfrentara, se sintió desorientado; aunque esa sensación le duro poco.
_te voy a matar_ dijo sacando su navaja y mirándole divertido. El Supo lo miraba tan intensamente, tan fijamente, que Juan sintió vértigo.
_¿por qué me miras así, viejo maricón? _. Juan sentía que el vértigo lo lanzaba a un abismo que se abría sus pies. ¿Qué había en la mirada de aquel viejo que le hacía sentirse de esa manera?
_eres un idiota_ dijo el Supo.
Juan lo fulminó con la mirada.
_cuidado con lo que dices o…_sacó la navaja, que brilló bajo la luz otoñal; y las manos le temblaron ligeramente.
_eres un idiota. ¿Sabes por qué te tiemblan las manos? …Porque tienes miedo.
_ ¿miedo yo? ¿De ti?
El Supo lo examinó detenidamente.
_Estás muerto.
_¡¿Me estás amenazando?!_gritó Juan
_No…Estás muerto. Tú no buscas matar o que te maten, porque ya estas muerto. Buscas que alguien te saque de ese infierno en el que estás, que alguien se apiade de ti y te lleve lejos de ese limbo de violencia sin sentido en el que habitas…Te compadezco_. Le dijo con profunda indiferencia. Y se alejo. Juan le observó con la mirada perdida unos instantes. ¿Qué había en los ojos de aquel viejo?
Indiferencia. Más indiferencia.
Aquella tarde Juan le pegó una paliza a Elena, y la mandó al hospital con unas cuantas costillas rotas; atracó dos gasolineras y se emborrachó. La mirada de aquel viejo le rondaba la mente, y por mucho que lo deseara, no se la sacaba de encima.
Eres un idiota.
Al día siguiente el cielo seguía nublado y el viento arreciaba sus fuerzas sacudiendo a voluntad las ramas de los árboles. Alguien había arrancado los viejos columpios que ahora descansaban dispersos por la plaza. La basura que solía acumularse en las esquinas, bailaba en remolinos de un lado para otro.
El Supo, que se dirigía como cada mañana al comedor de la parroquia, sintió un estremecimiento al pasar por allí. Y al llegar a la parroquia notó más movimiento que otras veces. La gente murmuraba, ansiosa, a las puertas de la parroquia; mirando de reojo al interior.
_¿no sabe lo que ha pasado? , le dijo alguien.
El supo sabía, pero no habló.
_¿conoce al ficha de Juan? …tremendo golfo. ¡Si usted viera lo que hizo con la Elenita!, pobre chica. No hay derecho que un cabrón mal nacido le haga eso a una chica como la Elenita, que no es mala, aunque se junte con esos zánganos…Pues la pegó el mal nacido ese. La pobre iba con los dos ojos morados. ¿Pero a qué no sabe?
El Supo sabía, pero tampoco dijo nada.
_Dios es justo. ¿A qué no sabe donde está Juan?
_ No…
_ En el tanatorio de Santa María. Muerto. Con dos puñaladas en el corazón.
El Supo apretó los finos labios.
_Descanse en paz.
_¡Que se pudra en el infierno!
Juan lo miró a los ojos con intensidad, y apretando su hombro con firmeza, dijo con su voz profunda.
_ya estaba en el infierno.
Aquel hombre se había quedado mirándolo con extrañeza.
_¿no se alegra, como todo el mundo, de la suerte que ha corrido ese mal nacido?
El Supo lo miró sin interés.
_era un pobre imbecil, se lo merecía, como dice todo el mundo; pero no me alegro, no puedo alegrarme de esa muerte. Él no tenía la culpa de estar muerto, de haber nacido muerto.
Y se alejó; como hacía siempre que sentía que la situación le superaba. Se alejó sintiendo como la vida seguía su curso. Nadie lloraría la muerte de ese zombie.

espejodevanidad03/01/0716:41




  • Bertinhaz.
Bertinhaz pidió aquel año a los Reyes Magos un deseo:
Majestades, he sido bueno, ruego me traigan un juego de palabras para entender a mis vecinos, no entiendo lo que hablan.
Baltasar, a quien encantaban estos días navideños porque podía levantar su barbilla y mirar de arriba a abajo sin que nadie se ofendiera, pensó en regalarle una taza y una tiza que acompañarían al libro “Aprenda idiomas y solucione sus problemas digestivos.” Un rollo de metro por ochenta de film transparente bastaría para el envoltorio de regalo.
Gaspar, que jugueteaba con nuevas tecnologías, sugirió que sería más adecuado dejarle en el zapato un pinganillo de oreja, de última generación, que fuera traduciendo simultáneamente cualquier sonido que percibiera el oído de Bertinhaz y permitiera llegar hasta su cerebro el contenido del mensaje del emisor. Podría darse una sobresaturación por cortocircuitos neuronales, pero no parecía probable, debido a la distancia entre la una y la otra.
Melchor, que dudaba si rejuvenecer el aspecto de su barba con un tinte rubio cobrizo para salir en la cabalgata de este año, dijo que lo mejor sería regalarle un cheque-bono de hotel, gigante, canjeable únicamente en hoteles de Indonesia, y un viaje de ida sin vuelta, porque estaba claro que Bertín-haz necesitaba vacaciones, había dicho que no entendía pero era que no atendía.
El mail-ero de Oriente traía noticias de última hora; Olentzero, ese carbonero que les hacía la competencia y que presentaban últimamente como el bonachón amigo de los niños, había sido en realidad un verdugo que en la antigüedad rebanaba el cuello con guadaña a quien pasaba por su lado. Una tradición bien intencionada pero equivocada le había dado un nuevo papel a representar en Navidad.
Melchor, Gaspar y Baltasar se miraron y empezaron a escribir una carta:
Querido amigo Olentzero…

ASOMBRILLADA03/01/0717:47




  • El pozo
Era tan idiota que él mismo se creía lo que le parecía ver. Se asomó al pozo y apoyado en el brocal vio la imagen de un clónico suyo. Esa imagen temblorosa no desapareció de su mente por eso cada poco tiempo volvía al pozo a asomarse para saludar a su nuevo amigo, tan parecido a él. La obsesión le llevó a salir a escondidas de casa para acercarse al pozo y mirar, pero pronto se dio cuenta de que su amigo, de noche, se iba a dormir y desaparecía del pozo. En su lugar veía a veces a la luna redonda y luminosa.
Pero un día todo cambió. Sobre el agua profunda navegaba un animalito. Centró su mirada y creyó ver una ranita con pintitas verdes en el lomo. Enseguida le vinieron a la imaginación los cuentos que le contaba su abuela sobre los príncipes que se convierten en ranitas porque así esperan a que una princesa les dé un beso de amor y los devuelva a su estado natural.
Cogió un pozal, lo ató a una soga y lo bajó con cuidado. La ranita dio un salto y entró en el pozal. Tiró de la cuerda y subió el cubo a la superficie, tomó la rana en sus manos amorosas y comenzó a acariciar su piel viscosa, sus granitos sebosos que emanaban un líquido lechoso, y comenzó a darle besos a sus colores variados, el verde, el amarillo, el rojo, a las manchitas negras. Tanto le gustó aquel animalito que ni pensó que pudiera ser un sapo venenoso, y lo llevó consigo a su habitación. Convencido como estaba de que era una princesa encantada lo metió en su cama y siguió acariciándolo. Al rato notó que sus labios aumentaban de tamaño, que su piel enrojecía, que tenía dificultades para respirar y que sentía vómitos. Pero continuó besando y lamiendo la piel del batracio, con tanto amor, con tal afecto que el animal se quedó quieto entre sus manos mientras los dedos lo asfixiaban como dos grarras.
A la mañana siguiente su madre los encontró a los dos, a él con las manos cogidas fuertemente del cuello de una bellísima princesa en forma de sapo venenoso.

todavia03/01/0718:03




  • El idiota.
El idiota
Hace un sol de justicia para esta fría mañana de enero. Jeremiah se ha levantado triste y cansado, no puede permitírselo. Dentro de dos horas se reúne con su consejo de administración, ha de tomar una decisión de millones de euros y tiene la sensación de que eso no le importa nada. El Audi que le lleva a su despacho se detiene en un semáforo y desliza el cristal oscuro de una de las ventanillas. Es la primera vez que Jeremiah baja ese cristal, se despide de su chofer, prefiere ir caminando, quiere relajarse, le dice. Sin ser consciente de que se encuentra todavía a quince kilómetros de distancia de su despacho comienza a pasear sin rumbo, mirando hacia adelante, al horizonte y al cielo. Recuerda cuando Julia le pedía constantemente que lo hiciera: “Nunca te olvides de mirar al cielo, a la noche, al sol y a las estrellas, a la luna, las nubes, al infinito horizonte”, y también recuerda cómo la perdió y cómo se olvidó de soñar.
Jeremiah se cruza con un par de carteristas, uno tropieza con él, le quita la cartera y se la pasa al compañero, no hacia falta tanto recato, ni se ha enterado el pardillo.
Continúa caminando y recuerda el esfuerzo, la lucha, las traiciones sufridas cuando alcanzó el puesto de Director General con tan solo 32 años, sacrilegio, Vicepresidente con 35 y Presidente del Consejo de Administración con 42 años, gran ofensa para los dinosaurios antediluvianos de la empresa. Jeremiah sonríe con una triste mueca, ¿para qué tanto esfuerzo?, ¿para qué tanto cash flow, coach, e-learning, team-building?
Siente un pinchazo en el pecho que se extiende hacia el brazo, le duele respirar. Detiene sus pasos, se ahoga, el corazón dispara su baile arrítmico y cae de rodillas; su cara se retuerce de dolor y nadie le presta ayuda, le duele tanto que no puede hablar, su cara se desploma contra el asfalto y su cuerpo muere. Jeremiah abre sus ojos en ese tránsito que a veces imaginamos, ve su cuerpo retorcido, se ve a sí mismo con la nariz rota y aplastada contra el suelo, el espectro que lo anima está inmóvil contemplando el absurdo final de su vida. Llega la policía y se lleva en un saco su cadáver desconocido al depósito municipal, a la espera de informes de forenses y a la aparición de familiares. Un ángel con grandes alas semiplegadas le toca en el hombro
– Bueno, ya pasó, ¿cómo estás?
El pobre Jeremiah está muy confuso, sigue pensando en el absurdo éxito de su vida, sus méritos profesionales y sus fracasos como hombre, ni siquiera mira al ángel.
– Eh – le dice suavemente – ven conmigo, es normal cómo te sientes, estás confuso. Yo ya he olvidado como me sentí, han pasado muchos siglos de mi muerte, ya tengo mis alas, ven conmigo
Jeremiah se da la vuelta y contempla al ángel mientras despliega sus enormes alas con orgullo y le tiende la mano. El ángel también está confuso, nunca había visto un espectro difuminarse, Jeremiah se apaga y se enciende, los espectros no lloran, piensa preocupado y se le escapa el pensamiento:
– Los espectros no lloran – piensa el ángel en voz alta –
– Los idiotas si – dice Jeremiah entre sollozos –
Y... el ángel contempla en silencio como el espectro de ese idiota que ha derrochado lo mejor de la vida se borra con sus propias lágrimas... para siempre.

milimetro03/01/0721:07




  • El tonto del pueblo de al lado.
Epifanio el tonto era feo y desdentado y, cuando comía galletas, salpicaba perdigones alrededor y se reía: “La jodí, la jodí¡¡¡”, y cogía otra.
Se sabía el santoral de memoria. En verano salía por el pueblo con su pata coja, por el paseo de la playa adelante, a tomar el fresco y una horchata cuando tenía con qué, porque su madre, que era ya muy vieja, no le podía dar casi nada. Se sentaba a jugar con los perros y miraba las estrellas, y cuando veía una chica guapa la perseguía diciéndole al oído:
— ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamas? ¡Dame una perrica y te digo tu día!
Las niñas se asustaban de verlo detrás de ellas, tan feo y sin dientes, pero las mamás avisaban: “No pasa nada, es el Epi, pobrecillo, dile tu nombre y te dice qué día es tu santo”. Y las niñas se lo decían: “¡Yo,Sonia! ¡Yo, Marisa! ¡Yo, Alejandra! ¡Yo, Antonia!”
— ¡Antonia! ¡Antoñica! ¡Ése me lo sé!—se reía y farfullaba contento— ¡Tú, el diecisiete de enero! Porque san Antonio Abad nació en Egipto hacia el año doscientos cincuenta, ‘distrimbuyó’ sus bienes y se retiró al desierto donde comenzó a llevar una vida de ‘osceridad’ y penitencia. Reunió a muchos discípulos, supo confortar a muchos confesores durante la ‘presencución’ del Diocleciano y apoyó firmemente a San Atanasio en sus luchas contra los ‘marranos’... ¡Yastá! —y ponía la mano arrugada para recoger la perrica, la moneda.
Tremendas carcajadas se levantaban entre las chicas.
— ¡Pero yo soy de octubre! —protestaba la Antoñita, sabidilla.
— ¡Ah, San Antonio María Claret, obispo y fundador! —rectificaba rápido Epi manteniendo firme el tipo— El veinticuatro de octubre con Audacto y Jenaro presbíteros; Séptimo, Fortunato, Aretas, Marcos, Poncia, Petronila, Soterica, Valentín, mártires; Proclo, Magario, Bernardo, Calvo, Evaristo, obispos; Martín, abad y Nicéforo, monje… ¡Yastá! Antoñica, dame la perrica ¡¡¡
Antoñita alzaba la nariz y no le daba nada porque no había acertado a la primera y era un tonto, pero las amigas se reían y hacían coro: “Antoñita, dale la perrica¡¡¡ Dale al Epi la perrica, Antoñita”, y la chica se sofocaba y se rendía, y le daba unos céntimos para que se fuera.
— No la jodí, no la jodí¡¡¡ —se largaba el Epi muy contento, y se comía otra galleta y salpicaba de migas todo el contorno en dos toesas, sin importarle que cayeran sobre los niños, sobre la chaqueta del alcalde que pasaba o en la cabeza de la jipi que enfilaba collares sentada en el suelo, porque las migas babadas eran su forma democrática de participar en la vida de su pueblo.

BLANKA-L03/01/0722:56




  • Idiotas.
Cuando Jesús se levantó y reclamó pausadamente nuestra atención pensamos que, llegados a aquel punto, era la hora en que el se ponía a hacer el idiota, y todos nos recostamos en los asientos para ver su show particular. Nos divertía. Sin embargo, aquella última noche del año dos mil seis lo que Jesús nos dijo no fue nada gracioso. Nos confesó su depresión. Nos explicó cómo hasta ahora había estado ahogándola en alcohol pero que era hora de intentar curarse. Dejar de disimular. Acudiría a un profesional y a nosotros sólo nos pedía comprensión. No la culpó a ella. Ni siquiera la nombró pero, todos nosotros sabíamos cuál era la raíz de sus males.
Aquella noche ya no reímos más. Nos tomamos alguna que otra copa y todos intentamos dar palabras de aliento, cada uno a su manera. Estamos seguros que lo superarás, tienes que ser fuerte y todas esas cosas. Yo me sentí un perfecto idiota, como tantas veces en mi vida, por no haberme anticipado a aquello. Idiota y culpable. Era mi amigo y en cierta forma yo había propiciado aquello, no evitándolo. El día nos alumbró y con él un nuevo año bautizado en la pila de la tristeza. os fuimos de aquella playa. Y ya nunca volvimos a ser los mismos.
Después el tiempo pasó y no hubo pastillas que curasen el mal de Jesús. Ni pastillas ni palabras. Un día, se murió, en silencio. Dejó una nota, fiel a su estilo. “No se torturen, ni busquen explicaciones, me he muerto de pena.” Para aquel entonces yo ya me había casado con Carmen y me creía tan feliz. Los demás también se creían así, felices, con sus perfectas vidas organizadas y tan alejadas unas de otras pese a la cercanía. Acudieron al sepelio a derramar sus convencionales lágrimas por él y nos dimos palmaditas en los hombros, entre sollozos, recordándolo tal como era antes de aquella nochevieja que ya nos quedaba tan lejana. Me sentí hipócrita, falso, idiota de nuevo ante aquel guión perfectamente establecido que no hacía justicia a lo que un día fuimos y culminaba en lo que nos habíamos convertido. Aquel día, muchas cosas dejaron de tener sentido para mí y sobre todo, repudié mi vida, la de todos, por haber simulado aquella escena. Aquella terrible escena que todos representamos para acabar volviendo a nuestras vidas, a esa horrible cosa en lo que nos habíamos convertido. Con nuestras certezas y seguridades, ahora tan ridículas. Salimos del cementerio para no volver, para refugiarnos de nuevo en la mentira, la peor de las mentiras, que es la de nosotros mismos. Aún ahora, que tanto tiempo ha pasado, no puedo dejar de reprocharme aquello. No puedo superar la sensación de idiotez que me atrapó aquel día y que me acompañará hasta que muera. Tal vez porque como Jesús me dijo un día, el tiempo solo entierra aquellas cosas que el corazón ha dado por muertas. Y estoy seguro que el tiempo jamás podrá enterrar algo tan terrible como que un amigo, tu mejor amigo, se te muera de pena.

cap_Alatriste03/01/0723:52