viernes, 28 de septiembre de 2007

CCCX... Reloj de arena

BLANKA-L

TINTERO VIRTUAL CCCX.- Arenoso
Está bien, está bien, chicos, sois un encanto y aquí me habéis dejado sola ante el peligro para que ponga tema...
Ay señor, que los hemos tenido muy majos últimamente y a mí no se me ocurre nada...
Y el tiempo va pasando...
¿Alguna vez habéis tenido un reloj de arena? Una clépsidra, que le llamaban... Tan relajante, tan inquietante...
el tema va a ser: EL RELOJ DE ARENA
Suerte y tarta para todos.

31/08/2007, 14:49



Moustache.- De clepsidras y ampolletas.
Dice mi amigo Michaleen Flynn, afamado cliente de Coohan en Innisfree, que cuando bebe agua bebe agua, y cuando bebe whiskey, bebe whiskey. Viene esto a colación de un detalle que, no por pequeño, deja de tener su importancia y es que una clepsidra –acento de más o de menos- no es un reloj de arena, sino de agua, mientras que el de arena también se conoce como ampolleta. Esta aclaración no afecta al tema de la semana pues ha quedado claro que el mismo es el reloj de arena, pero conviene no mezclar –ya se que se dice confundir- churras con merinas, sobretodo en este caso porque al final, lo que tendríamos seria un prodigio: el reloj de lodo, barro, limo, o como se quiera llamarlo. Cosa curiosa por lo demás, pues probablemente esa mezcla no descendería y, aunque sea de forma metafórica se habría obrado el prodigio de detener el tiempo, lo cual… pero eso es otra historia, y pueden pisármela si gustan.
Pero eso es otra historia.
31/08/2007, 16:37




ANDRESNIPORESAS.- QUIZÁ...

En el cielo raso la luna, espectral, como una plaza de toros sin la fiesta. A su alrededor las estrellas vestales trasladando velos para cubrir su desnudez. Y aquí abajo, yo, con la mirada perdida, sentado en el suelo y rompiendo ramitas de romero. La cabeza baja, las manos ausentes, monótonas y ese crujir, crac, carc, del tallo al romperse.
* * *
La vida, mi vida, acaba de perder su trayectoria. Alguien le ha dado un empujón mientras caminaba y me ha tirado al fango. El insomnio me lleva a buscar lugares retirados, perdidos, sucios, para sentirme mejor. Una mano sube a mi garganta y me aprieta el gañote hasta impedirme la respiración. Me veo sin control, demudado, solitario y salgo para pedirle consejo a la luna, que como un albero de plata oculta la faena de una vida.
Los fantasmas del pasado vuelven. Me lo explicó un señor mayor: “Joven, la vida es una corrida de toros. Puntual salimos a la plaza, a las cinco en punto de nuestro nacimiento, y puntuales recorremos los tres tercios de la fiesta. Hay quien torea de capa, se adorna y se envuelve con majeza, pero también a ese lo pican y le clavan las banderillas de castigo. Hasta que ya mayor coge sin más remedio la muleta y trata de sacarle al toro las cualidades de bravura que tiene. Y va deshojando su vida en lances profundos, enlazados, como un requiebro de sabiduría que se derrama ante los espectadores. Y mientras el respetable, no siempre tan respetuoso, grita y le increpa, el torero que llevamos dentro nos obliga a arrimarnos o a tirar la muleta, que toreen ellos. Y vemos que la tarde avanza hacia su degollado crepúsculo y la rosa se desflora en muletazos rojos y caminamos hacia el toro adornado de muerte. Lo miramos, nos mira, se arranca, embiste, lo esperamos, le cerramos el paso con el trapo y él se olvida del paño y nos abre la femoral. Hemos caído. Esa ceremonia que es la vida se ha completado con la agonía del protagonista. Es el final, nuestro final”.
* * *
Las ramitas de romero crujen de nuevo entre los dedos y forman la figura de un montoncito de arena. Quizá sea éste el momento preciso para darle la vuelta al reloj de arena de mi vida. Quizá haya que abrir de nuevo el toril para que salga el sobrero y comenzar de nuevo la faena, otra faena, en otra plaza, con otra luna. Quizá...

03/09/2007, 10:38




ALIAS-ABC.- EL RELOJ DE ARENA DE MENDES PEÑAROL.

Los dedos de Mistery Nurse arrastraron el deslizador de la cremallera haciendo que se detuviera brevemente en cada diente de la malla, un beso de labios metálicos cada vez, en la bota de cuero de tacón afilado. El viento de aquella noche de Agosto revolvió su madeja de bucles castaños en la azotea de aquel edificio de ladrillo visto. No se vislumbraban las estrellas. En la gran ciudad siempre era difícil verlas si uno las buscaba en el firmamento. Se llevó las manos a las medias blancas para comprobar que llevaba los ligueros bien puestos, las agujas hipodérmicas en su sitio, la insulina, un pequeño reloj de arena y el traje de cuero negro bien ajustado. Puso el reproductor mp3 en marcha y miró hacia el pacífico mar de luces artificiales que tenía delante mientras sonaban los primeros acordes de “Little Wing” de Hendrix. Midió la distancia entre azoteas. Tomó carrerilla y saltó como una pantera hacia la siguiente, iniciando una vertiginosa carrera en las azoteas de la urbe pucelana. Si algún paseante nocturno miraba inesperadamente hacia arriba sólo vería un fugaz borrón negro o, tal vez, recordaría la leyenda urbana de una superheroína vestida de enfermera que el “Times” había bautizado como “The Mistery Nurse” y que el pueblo de la ciudad natal de Delibes había tomado como nombre para ella.

La prensa del país se había hecho eco de la llegada de Mendes Peñarol, el dictador que gobernaba con puño de hierro el otrora idílico paraje caribeño de Distopía, a la ciudad para someterse a una operación. Mistery Nurse, a través de sus contactos, tuvo acceso a las pruebas médicas que se le realizaron aquella mañana. “El jodido viejo – pensó mientras echaba un vistazo profesional a la angiofluoresceingrafía – está perdiendo la vista por una diabetes”.

Sus músculos se tensaron mientras adoptaba una posición felina frente al palacete donde habían alojado al dictador. Miró hacia el suelo. Guardias: Varias parejas de uniformados vigilaban el perímetro, moviéndose. Llevaban radios. No podría anularlos a todos antes de que dieran la alarma. Sus ojos se movieron a través de la fachada buscando alguna ventana abierta. Por fortuna varias de ellas permanecían abiertas, aunque el palacete estaba demasiado lejos para llegar saltando. Los alrededores ofrecían pocas posibilidades. Por suerte el palacete y la zona añeja eran objeto de una alta protección gubernativa por su interés cultural, por lo que aún había cables de alta tensión que sobrevivían ante la falta de eléctricas asociaciones de vecinos, la ardua tarea de bregar con el papeleo necesario para soterrarlos y la absoluta falta de interés por parte de casi cualquiera. Uno de esos cables unía los dos edificios. Mistery se movió sobre el filo de la azotea como si fuera una pasarela de desfiles, se plantó justo debajo e hizo el pino para poder colgarse del cable con sus botas de cuero. Cuando estuvo lista, pasó las canciones del reproductor mp3 hasta que empezó a sonar “La cabalgata de las Valkirias” de Wagner. Palpó con los dedos de la mano derecha el vació. Durante un momento titubeo: No recordaba si las niñas se habían acostado antes de irse. Tal vez hubieran notado su extraña ausencia. Desechó el pensamiento y se concentró en su objetivo dejándose caer. La inercia de su peso hizo que fuera deslizándose en el cable de alta tensión hasta el palacete como una chispa, mientras los guardias que vigilaban a ras de suelo no sospechaban lo que acontecía sobre sus cabeza. Apenas hacía ruido sobre las viejas tabillas de madera del suelo. Era menuda, era rápida y era ágil. Localizó la cama de Mendes y antes de que este pudiera gritar la mano de Mistery tapaba la boca del pequeño y frágil Dictador de Distopía, mientras con la otra le inyectaba una dosis lo suficientemente alta de insulina como para que se quedara en coma para el resto de sus días.

Contempló sus ojos mientras se debatía. Sacó el reloj de Arena y lo depositó, en una mesilla de noche cercana, a la vista de aquel quebradizo anciano.

- Tu vida se escapa como esos granos de arena, Mendes. Y nadie puede dar la vuelta a tu destino. La arena de ese reloj es lo último que verás de Distopía, pues procede de allí.

Mientras se estiraba con parsimonia el traje pensó que tal vez por la mañana acudiría a ver al Padre Alonso, el único hombre santo a su entender, que oficiaba en una pequeña e íntima iglesia en la que Mistery confesaba regularmente sus pequeñas aventuras: El padre ponía la conciencia y ella la acción.

Respiró el aire desde el techado, tiró unas cuantas tejas en la parte posterior para llamar la atención de la guardia y en pequeños saltos sobre el alfeizar de las ventanas llegó al suelo. Un disparo rebotó en la esquina que acababa de doblar.

Podía ser que esta vez la cogieran. Podía ser… y emitió un aullido animal que paralizó brevemente a sus perseguidores mientras en el mp3 sonaba “Esta noche no se duerme” de Los Suaves.

04/09/2007, 6:09




Escritorcillo.- El Reloj del Judío.

Cuando le dio la vuelta a aquel reloj de arena ocurrió algo no esperado, la arena caía desde la parte superior pero se desvanecía en la parte inferior. El reloj se estaba desintegrando como un suicida. Inmediatamente le dio la vuelta de nuevo a aquel instrumento de medición. No quería que aquella arena de oro despareciese, era un reloj carísimo, de oro labrado y cristal de Bohemia, con el soporte esculturizado en efebos y afroditas sublimes, en estado de éxtasis lujuriósico. El avariento anticuario estaba en aquel mismo momento escandalizado, la arena desaparecía si le daba la vuelta al reloj, era una cosa de magia, por un lado quería ver como desaparecía la arena, lo extraordinario del suceso le incitaba a su observación naturalista, pero su, valga la redundancia, naturaleza frenéticamente agarrada le conminaba a no perder ni un solo segundo en la contemplación de un menosprecio. Se entabló en el alma miserable del anticuario un combate entre el niño que llevaba dentro y el negociante de uñas alargadas. El niño quería ante todo la sorpresa, lo extraordinario, la magia, el comerciante quería el oro. Tras diez eternos minutos en el que el reloj no desperdició ni un solo grano de arena aurífera venció el taimado, mataron a un niño de diez años que miraba el arcoiris de una puñalada amarilla y el negociante guardó el extraordinario reloj mágico en la alacena. Luego, Francisco Hebreo, que así se llamaba el comerciante, se puso el gabán negro con la estrella de David rosa que llevaba cosida en la manga y salió a la calle a pasear. Eran días difíciles, pasaban los nazis en sus coches y carromatos vestidos de negro brillante, con la esvástica sublime, y pasear en aquella pequeña ciudad se estaba volviendo imposible. Cuando llegó, tras una larga caminata a la esquina de la calle Efemérides observó el cartel a la entrada de la cervecería: no se admiten ni perros ni judíos. Desencantado cambió de marcha, dirigió sus pasos hacia la sinagoga más cercana. A mitad de camino un grupo de nazis lo rodeó. Eh, judío, dijeron a coro las hienas con grandes risotadas, bailanos algo, venga. Y Francisco Hebreo en un estado de paroxismo brutal empezó a bailar una vieja danza judía mientras la pistola de un nazi le rozaba la frente. Quince interminable minutos duró aquella crucifixión, y hartos de reir lo abandonaron tras darle un puntapié que le hizo rodar por el suelo. Ya escarnecido logró entrar en la Iglesia. Un candelabro judío de oro le esperaba junto con más y más candelería, lujo y austeridad al mismo tiempo. Rezó unos versos de la torá y habló con el rabino. Dos horas después salió de la sinagoga preocupado. La noche bailaba la misma vieja danza judía que había bailado unas horas antes para la GESTAPO, noche cerrada de brea densa con estrellas azules furiosas y faroles homicidas, se topó con tres muchachos de las Juventudes Hitlerianas, le arrojaron cáscaras de plátano y pieles de naranja entre grandes risotadas. Atrás la sinagoga estaba ya ardiendo. Llegó a su negocio y entró. Un fuerte olor a trementina y cuadro viejo se respiraba en la estancia. Abrió la alacena y contempló de nuevo el reloj. Le dio por fín la vuelta que el niño asesinado exigía y observó como caía gota a gota el oro desapareciendo en la nada. Sudaba el Shilock por la ganacia perdida pero el antiguo crío disfrutaba con una partitura de notas esmeraldas y doradas. Cuando la última gota de oro desapareció, Francisco Hebreo estaba muerto. En el reloj no había ya ni un solo grano de Arena.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.

04/09/2007, 19:04




FILIPPA.- "Piedras y un reloj de Arena" de Filippa.

Hace días o tal vez meses que este reloj imparable de arena me obliga a asomarme a recuerdos olvidados.Aquel día me llamaste al trabajo para decirme que te ibas. Lo hacías desde el Aeropuerto de Barajas, podía oir a través del auricular telefónico la megafonía. Te dije que en media hora estaria allí, que iría a despedirte. Tu negación fue rotunda, no me quedó más remedio que aceptarla. No me gustan las despedidas, argumentaste. Hoy, después de incansables días caídos como granos de arena, no recuerdo con exactitud tu última frase. Así de esta manera desapareció de mi vida uno de mis mejores amigos. Situaciones parecidas han ido sucediéndome a lo largo de estos últimos veinte años. No sé por qué extraña razón la gente que amo tienen destinos que no son paralelos al mío.
Pienso que soy como esa tortuga de caparazón duro con el que he ido cubriéndome.
Esta mañana me he levantado de amanecida, me he vestido con un liviano pareo, ese que nos recomienda Maruja Torres, en sus pésimas y últimas intervenciones en el Dominical del periódico el Pais. ¿Me pregunto qué les pasa a los periodistas?. Sin duda se han aborregado, se nota que sus cuentas bancarias estan llenas y sus cabezas vacías. Me he perdido, una vez más no sé donde estoy. Bueno, sí. No me gustan los pareos, pero esta mañana he decidido ir ligerita de ropas a la playa sin cubrir demasiado estas carnes asfixiadas. Me he calzados unas chanclas que dejan ver mis diminutos pies de pintadas uñitas rojo pasión. La pasión que me falta cada día la he depositado en el color de mis diminutas uñas, como un mundo perdido; no sé en qué duna del desierto del Sahara. Una gota de rocío anida en esa última uñita roja de mi dedo pequeño.
He bajado hasta la playa y me he situado frente al mar a cara descubierta, para gritarle: aquí estoy, mírame, aquí me tienes, he venido a ti. Sé que él sonrie como diciendo: ésta pobre loca chiflada... ¡Uff!, lo que debe de soportar éste pobre mar tan sucio en el que se ha convertido el Mediterráneo, y esta playa de piedras de guijaros enormes, que me torturan los pies.
En estos días estoy leyendo a Fernando Savater, y su libro: La vida eterna. Así estoy yo con esta introspección tan agudizada. Si uno comienza a cuestionarse cosas tan terribles como el sentido de la vida, mal lo llevamos. Pero Fernando es un hombre que sabe su oficio y te atrapa. Ahí me ha tenido torturada casi una samana sin poder dejar de leer lo que dice. ¡Maldito cabron este filósofo del tres al cuarto!. je je je. Sonrío para mis adentros porque en realidad creo que es un escritor brillante. A lo que iba... Es difícil hilar con un mínimo de coherencia lo que uno quiere decir, no sé si al final conseguiré plasmarlo.
Este viaje que he ido aplazado todo el verano, lo he tenido ahí encerrado en un rincón de bruma. Los que vivimos en ciudades como Madrid, estamos deseando escaparnos; estas escapadas nos salvan de una muerte prematura. Claro que en mi caso nunca será prematura, vuelvo a sonreír. Este relato al final se convertirá en un chiste fácil. O tal vez... ni eso.
¡Reloj de arena!, ¡reloj de arena!. Ah, sí, con un palo que estaba a mi alcance marco una esfera y la divido en cuatro, y en el centro del dibujo clavo el endeble palo. Me siento frente al mar miro el azul infinito. Rememoro como aquel día a amigos, o personas que un día me acompañaron en horas parecidas a estas, y he de decir que ha pesar de no verlos , estan ahí. Son pocos, pero sé que en cualquier momento puedo hablar con ellos con tanta proximidad como lo hice siempre. Pero me pregunto: ¿ hasta qué punto la cercania de aquellos que me acompañaron fue desinteresada?. ¿Cuántos somos capaces de entender la amistad como un disfrute de uno hacia los otros?. Dice Fenando Savater: sólo el niño es capaz de ser objetivo porque no tiene intereses, ni quiere obtener interés sobre nadie.
Las horas han trascurrido a lo largo del día, he permanecido frente al mar, me he dejado acariar por él. Incansablemente; una y otra vez, una y otra vez. He respirado su olor , su húmedo chirispotear sobre la playa de piedra. El reloj de arena a mi espalda ha dejado de tener sentido, no lo necesito, sólo es un reflejo frente a este mar que adormece en una soledad entera y brillante, y el me duevueve su mirada muda.

04/09/2007, 23:35



ANDRESNIPORESAS


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VOTACIONES DEL TINTERO CCCX: Reloj de arena.
Pasen y voten ahora que están ustedes descansados.
Den 3, 2 y 1 voto a los relatos que más les gusten.
Ánimo que la vida continúa.


06/09/2007, 0:28
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ANDRESNIPORESAS


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Votos bien aprovechados.
Pues me ha gustado el señor ALIAS ABC, por eso le doy 3 votos.
No me ha disgustado ESCRITORCILLO por eso le doy 2 votos.
Y qué voy a decir de las despedidas aeroportuarias de FILIPPA...démosle 1 voto.
A lo mejor a alguien se le ocurre algo... a lo mejor...
Circunspectos saludos.

06/09/2007, 17:38
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Escritorcillo


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Re: VOTACIONES DEL TINTERO CCCX: Reloj de arena.
Alias ABC, tres puntos. RFLIPA. dos puntos, y ANDRESNIPORESAS, un punto.
Pero qué tintero más poco concurrido, por Dios.

06/09/2007, 18:43
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ALIAS-ABC


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Re: VOTACIONES DEL TINTERO CCCX: Reloj de arena.
"EL RELOJ DEL JUDIO" de ESCRITORCILLO. 3 puntos.
"QUIZA..." de ANDRESNIPORESA.2 puntos.
"PIEDRAS Y UN RELOJ DE ARENA" de FILIPPA. 1 punto.

Un saludo.

06/09/2007, 21:55
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ALIAS-ABC


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Re: VOTACIONES DEL TINTERO CCCX: Reloj de arena.
VOTOS DE FILIPPA.
ALIAS - ABC 3 puntos.
ESCRITORCILLO 2 puntos.
ANDRESNIPORESA. 1 punto.

06/09/2007, 23:14
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ALIAS-ABC


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RECUENTO DE VOTOS.
ALIAS-ABC 9 puntos.ESCRITORCILLO 7 puntos.ANDRESNIPORESA Y FILIPPA 4 puntos.
Todos en el podio. De aquí a un rato abro tema.
Un saludo.

06/09/2007, 23:22