domingo, 10 de junio de 2007

CCXCVIII... Camisetas

TINTERO VIRTUAL CCXCVIII
Qué sensación quedar empatada con Hablador¡¡¡
Mi parte del tema para esta semana va a ser: CAMISETAS
Cuando venga mi admirado Hablador, ya dirá él si son mojadas, infantiles, rotas, camioneras, verdes, a la moda...
Un abrazo, Tinterianos.

BLANKA-L 01/06/0714:22



Las camisetas
Casi, casi, me inclinaría por las camisetas mojadas, jejeje, pero no, lo vamos a dejar abierto al libre albedrío, cada cual elija su camiseta.
Por cierto, gracias otra nueva semana y en esta ocasión con más honor por compartirlo con Blanki.
Un saludo de otro pobrecito hablador...

HABLADOR 01/06/0716:48



  • La camiseta del Toro de Osborne
Me he comprado una camiseta roja con un toro tipo "Osborne" clavado en el pecho - de la camiseta se entiende -. He cometido este dispendio no por vanagloriarme fatuamente de ser nacionalista española, no porque quiera gritar a la humanidad que alguien está poniendo los cuernos a alguien, ¡No! Si he de ser sincera, no sé por qué leches me he comprado esta dichosa camiseta. En las playas de mi tierra natal no la podré lucir porque por ahí anda mucho nacionalista suelto de otro cuño. En la calle tampoco porque la camiseta es hortera con ganas. Para andar por casa, tipo camisola, menos. Ese rojo tan vivo junto a ese negro tan premonitorio de muerte, crisparía mis delicados nervios. Para andar por casa lo mejor es vestir prendas ligeritas de lino o algodón de colores suaves, sin estridencias, o sin contemplaciones pasearse desnudo por los pasillos y recuperar todo aquello que perdemos cuando nos vestimos.
El caso es que mi sentido práctico me dicta que he de encontrar un sentido, un significado último y razonable a esta absurda compra de la camiseta de marras.
Recapitulemos. Un tipo en el mercadillo de los lunes en mi barrio tenía expuesto un tenderete de camisetas de todos los colores, alusiones y tallas. A mi, la camiseta que ahora guardo como oro en paño dentro del primer cajón de la cómoda - este cajón es el de las prendas que me importan por encima de las demás - me llamó poderosamente la atención. Me pareció ver al Toro de Osborne mover su cornamente para chistarme, "¡Chist! ¡Eh, tú! ¡Sí, tú! La de los ojos verdes. Llévame a tu casa ahora mismo!" Como hipnotizada obedecí, pagué la camiseta y callé. Sí, permanecí callada dos días seguidos. Sabía que había realizado la compra más absurda de mi vida y esta certeza me sumía en un mutismo casi delirante.
Medito concienzudamente. No sé, Tal vez debiera comprarme otra camiseta amarilla con un burro -"Ruc" dicen en mi tierra - clavado en el pecho -de la camiseta se entiende - para autoboicotearme. Tal vez debiera a continuación adquirir otra azul celeste con un "Oso y un Madroño". Quizás, debiera coleccionar camisetas con solapados motivos nacionalistas. ¿Con qué fin? Pudiera ser,...no estoy muy segura,...para acallar mi conciencia tan poco solidaria con los nacionalismos, tan ácrata, tan rebelde, tan de la "Tercera España", esa España que no se casa ni con los unos ni con los otros, que no encuentra su ideología perfecta, sus valores inamovibles, su Norte, su Quimera Excelente...En fin, hete aqui ante una coleccionista de camisetas. Corro al IKEA a comprar una cómoda que me sirva para guardar estas prendas que nacieron para ser deportivas y ahora son banderas de usar y lavar.

gemmayla 01/06/0717:04


  • Mensajes
-SOPORTO ESTOICAMENTE TU INEPTITUD-
La chica llevaba ese mensaje en la pechera de su camiseta.
Me dieron ganas de abofetearla, zis, zas, izquierda, derecha, hasta que le rebotaran los mofletes. ¿Quién era ella para decirme nada? Ni que fuera mi madre. ¡Qué mal me sentó!
Salía del vagón del metro cuando yo entraba. Nos habíamos cruzado alguna otra vez, pero nunca se había mostrado insultante, hasta ayer.
La primera vez que coincidimos, lo recuerdo como si fuera hoy, le pedí ayuda porque mi bono de metro estaba casi sin saldo, y yo no sabía, entonces, qué había que hacer para reemplazarlo.
Pasaba por mi lado. Vestía camisola de flores, larga, con vaqueros amplios. Me pareció una mujer tranquila, asequible, y me acerqué a ella y le expliqué lo que me pasaba; Las máquinas automáticas me resultan tan impersonales con sus instrucciones, que no puedo con ellas, prefiero preguntar a alguien.
Después de varias explicaciones de ella, e intentos por mi parte, me miró raro, y cogió, cómo lo diría yo, con demasiada decisión, el bono viejo que tenía en mis manos, junto con el billete de diez euros, y ella misma hizo la operación. Se lo agradecí, claro.
Otra vez ocurrió en el metro, - aquel día íbamos en la misma dirección, sin megafonía, entre un gentío inmenso. Le pedí por favor que me avisara al llegar a mi parada, y le dije cuál era, porque ese día había olvidado mis lentillasl. Qué le costaba estar un poco pendiente, ¿no? Podría habérselo pedido a otro, pero se dio así.
Ahora que pienso, puede que haya más. A lo mejor es por mi traslado. Son coincidencias que se dan. Trabajamos en la misma empresa, y, desde hace días, somos compañeras de sección.
Pero yo diría que hay más. Son muchos los compañeros que la tratan con recelo. Hoy, por ejemplo, ha traído una de color rosa con letras negras, que va a mosquear a más de uno.
Pone:
- ANDA Y QUE OS ONDULEN, CON LA PERMANÉN-

ASOMBRILLADA 05/06/0712:54



  • La osadía
En tropel salieron los caballeros enfundados en camisetas negras atravesadas por un zarpazo rojo de tres uñas lacerantes. Eran unos doscientos, en realidad un número escaso para emprender una epopeya singular, que si no fuera una mera utopía, cambiaría el destino de cientos de miles de hombres, tantos cientos miles de hombres como los habitantes de Madrid para ser exactos.
Podían pasar por unos vándalos; de hecho, en la puerta del Museo del Prado recibieron un no rotundo como respuesta a su intento de entrada por parte de los afanados arrancacinturones, proctólogos aficionados, que escoltaban el lugar laico de culto engolado, pese a sacar a la vez idénticas carteras de piel con iguales billetes de cinco euros perfectamente planchados y diríase que hasta horneados. Aún es más, para su perplejidad e indignación un grupo de doscientos ancianos, según la Consejería, ciento noventa y nueve según el organizador –no podía admitir bajo ningún concepto entrar en aquella, para él, peyorativa categoría a sus cincuenta y nueve años- pasaban ante sus ojos sin apenas sufrir en sus plegadas carnes el manoseo en ocasiones gozoso y en otras humillantes de la guardia de seguridad de las meninas, mucho más amable y sensual que la de saturno devorando a su hijo, quienes arrancaban con los dientes las horquillas de alguna moza que ocultaba en ellas microchips para encoger de tamaño diversos cuadros hasta poder ocultarlos en los recovecos más inaccesibles de sus pabellones auditivos.
Desalentados y algo nerviosos, quizá escépticos la mayoría ante la idea del líder de aparecer de dicha guisa y siempre agrupados donde quiera que fueran, emprendieron camino hasta el Reina Sofía donde, sin duda confundidos con figurantes de alguna performance vanguardista, su gesto sincrónico de desplegar su cartera y atenazar el billete impoluto entre el pulgar e índice se vio cortado de cuajo por los entusiastas aplausos y vítores de unos veinte sujetos, adornados con una camiseta rojinegra de rayas y los ojos sospechosamente vidriosos y enrojecidos. Ante tal muestra de entusiasmo por parte de quienes dictaban las normas morales y estilísticas de lo que se venía en llamar el arte conceptual, o basura sin más en algunos círculos conservadores, y que a nuestros amigos de camiseta negra rasgada en diagonal con tres rayas irregulares y encarnadas les parecía pura mierda, los guardianes de la Kultura con K les dieron paso acompañando el ademán con alguna reverencia y, también, no todo iba a ser enajenación, con algún movimiento nervioso de palillo de lado a lado de la boca, por parte de algún ujier que creía haberlo visto todo y que nunca dejaba de repetirse que uno nunca lo ha visto todo.
Todo lo que vieron les pareció una asquerosidad repugnante, ya que su mentalidad obtusa nada tenía que ver con su estética näif a la par que ingenua. La intención de ese grupo, que nunca más volvió a juntarse, era crear una corriente de opinión, una nueva clase social, que se uniría al grupo en pequeñas unidades al principio, en masa después, como siguiendo a un flautista de Hamelín grupal. ¿El fin? Quién sabe, tal vez su máxima aspiración fuera tan simple como aparecer, para orgullo de familiares y amigos, en algún programa de media tarde de la uno, quizá y, si no quedara otro remedio, de la dos. Quizá pretendían algo más profundo y duradero, pero nadie nunca lo sabrá, porque sus camisetas agrupadas si bien eran una auténtica revolución en Villalpando de los Condes, en Madrid, no eran más que uno de tantos, aún si cabe más ordinarios por no haber comprado la herramienta más característica, esto es, una flor de peluche de descomunales proporciones con las que seguir al guía espiritual.

Sea como fuere, una ola de calor les hizo despojarse de aquellas prendas al unísono. La imagen, captada casualmente por un reportero que hacía el turno de guardia del desguarnecido agosto madrileño sin madrileños ocupó la página 53 del Diario Madrid Secundario, de escasa tirada y menor lectura, aunque de gran absorción y fama entre los pescaderos de Mercamadrid. El guía se dio por satisfecho en cierto modo y dio por finalizada la aventura, pero se juró no volver a salir de Villalpando, donde las camisetas ardieron para desaparecer de aquella osadía rural intrusa en un urbanismo diletante de un decoro cuando menos artificioso y probablemente estúpido y rapaz.

PietroCrespi 06/06/0721:07



  • La herencia
Un hombre vivía en una habitación alquilada en una ciudad lejana; se puso enfermo el martes, se murió a fin de mes, y lo enterraron con su traje bueno... y de esta manera, cuando llegaron los dos hijos se encontraron con que no había dinero ni nada de valor: su padre no les había dejado nada.
Los chicos eran finos y bien criados, y el ama de la casa les abrió el cuartucho que había sido de su padre para que se llevaran sus cosas.
El mayor se puso de muy mal humor.
—¿Cómo es posible que nuestro padre viviera así, y no nos lo dijera? —señaló la cama estrecha, el armario casi vacío, las cosas de afeitarse en un estante que hacía de única mesa, la colcha rota— ¿Por qué nos hizo creer que tenía un buen empleo? ¿Por qué nos mintió?
El pequeño había encontrado una camiseta vieja con un paisaje de palmeras y playas y se entristeció al ver que estaba raída y tenía manchas de sudor.
—Todo lo que ganaba, nos lo mandaba —contestó suspirando—. Por eso nunca quiso que viniéramos aquí a verle.
Se puso la camiseta vieja de su padre, con el sol ingenuo y desteñido en el centro del pecho.
— Pero ¿quién pagará las cuentas ahora? —se quejó el mayor con desesperación— Yo estoy estudiando, tú ibas a empezar este curso... ¿Es posible que no haya ahorrado un céntimo? Ayúdame a buscar, ha de haber algo -y se puso a registrar los cajones.
—Pero nos ha dejado un tesoro. Mira esto —señaló las manchas y las marcas bajo los brazos y en el pecho—. ¿Sabes qué es?
—¡Estás loco, hermano! ¿Crees que eso es el plano de un tesoro? —levantó la alfombra con un tirón rabioso—. ¿Cómo un pobre fracasado, como él, iba a tener un tesoro?
—Cállate hermano. Esto es sudor, sudor de haber trabajado. El que es así, no fracasa, y eso es lo que nos ha enseñado nuestro padre: que hay que currar.
—¿Currar? ¡Vete de aquí, estúpido! —le gritó el mayor, fuera de sí de rabia, y siguió registrando los rincones, la cama y el armario y hasta las tablas del suelo, por si encontrara escondida en algún sitio una cartilla de ahorros, o bien la última paga, o simplemente un calcetín lleno de oro.
—Me voy, tio; ahí te quedas con las cucarachas. Y me llevo el único tesoro que hay aquí. Ya verás como yo tengo razón.
Y el hermano pequeño se marchó a la calle llevándose puesta la camiseta vieja con olor a su padre.

BLANKA-L 06/06/0721:50



  • Rarezas.
Comenzó porque se obsesionó con el cambio climático estaba seguro de que cada año tendría al menos nueve meses de temperaturas muy frías. Y comenzó a abrigarse superponiéndose camisetas de felpa. No exageraría si dijera que su perímetro aumentó al menos siete tallas.
La higiene no era problema porque las camisetas iban siendo sustituidas de dentro afuera, por capas. La felpa creaba unas nubecillas de borra que se depositaban en el ombligo como una nieve intemporal. También las arrugas, que abundaban en su anatomía adiposa, fueron depositarias de los cordoncitos de borra que desprendían las camisetas.
Compraba sus camisetas de tallas muy superiores a su estatura así las anudaba en la entrepierna en forma de body, con lo cual se ahorraba los calzoncillos que sólo usaba los meses de buena temperatura.
Con el tiempo hizo un elenco de camisetas marcadas con los nombres de la semana, los meses del año y los años bisiestos. No escribía relatos, pero copiaba sobre ellas frases, que creía ingeniosas, con un rotulador de tinta indeleble. Anotaba las sentencias en las camisetas, así cuando las volvía a usar recordaba el momento en que se le ocurrió y se ponía ufano. Le gustaban esas situaciones. La que lo pasaba peor era la camiseta superior, la epidermis como si dijéramos, porque le servía de recordatorio de cuanto tenía que hacer en ese día. La usaba como su agenda. Y los días de mucha actividad la ponía perdida de rayotes. Estaba seguro de que con sus camisetas se podría escribir su biografía.
La primera novia que tuvo se alegró cuando se sacó una camiseta, le escribió un poema y le entregó la caamiseta con el poema. Pero cuando ya acumuló la camiseta dieciocho, tuvo un momento de lucidez y se alejó de él como se huye de un desequilibrado. La novia no pudo resistir el olor.
En estos últimos días está practicando para sacarse todas las camisetas a la vez sin darles la vuelta. Está en eso, según dice, y ya hace progresos.

ANDRESNIPORESAS 06/06/0723:40



  • Pues yo no me quedo sin colgar el relato
¡No es justo! ¡No es justo! y ¡No es justo!
Ayer estuve todo el día intentando colgar el relato pero estos de Terra no me dejaron entrar. En fin, como lo importante es participar dejo aquí lo que había escrito y si alguien lo lee habrá servido para algo.

Automotores Orletti

Ya más de treinta años y aún sigue aterrando el nombre. Este sitio, que en tiempos del dictador Videla era centro de operaciones del plan Cóndor, donde se detenía y torturaba a decenas de uruguayos, ahora se ha convertido en un taller clandestino de ropa. Tal vez la tortura sea menos escandalosa, pero de seguro es igual de dramática.
Una veintena de ciudadanos indocumentados, con sus familias, viven y trabajan hacinados en unas dependencias indecentes. Roberto Salvador Faliña es un boliviano de treinta y dos años, y forma parte del grupo de personas que están aquí recluidas. Junto con su mujer y dos hijos de corta edad consiguió entrar en Buenos Aires como muchos otros compatriotas, seducido con la posibilidad de un trabajo y una vivienda dignos. Y como a tantos otros, el mismo camión que les facilitó la entrada por la frontera les condujo hasta la situación de esclavitud en la que viven desde hace diez meses. Cuando llegaron no se les entregaron papeles, ni se les dio en momento alguno un sueldo que les hiciera ilusionarse. Simplemente, bajo amenazas, se les negó la salida del recinto amurallado, se les explicó su nueva labor y se les dijo lo que ocurriría de no obedecer las órdenes.
Entonces no sabían dónde estaban, ni tan siquiera les sonaba el nombre de Automotores Orletti, aunque los guardianes pronto nos encargamos de explicarles todos los detalles. A partir de ese momento, el mundo de dificultades que habían conocido se convirtió en un lejano recuerdo de bienestar. Cada semana les suministramos unas cajas de comida, explicándoles que tienen que racionarla si no quieren pasar hambre. Por supuesto no hay suficiente comida para todos y menos para que pervivan semana tras semana, pero no es problema nuestro. Nuestra misión es que trabajen, que los encargos vayan cumpliendo sus plazos de entrega y que nadie se escape de aquí. Las condiciones de higiene son nulas, la alimentación deficiente y las enfermedades muchas. Con todo, la jornada de trabajo no baja de las doce horas y a quien trata de quejarse se le propinan palizas bestiales.
Roberto Salvador no es de los primeros que llegaron aquí, otros estuvieron en su lugar. Otros que vivieron las mismas penurias y que ya no están, como él y su familia dejarán de estar cuando no sean productivos. También hubo otros guardianes antes que nosotros nos hiciéramos cargo, y también se fueron, aunque por otras causas. Estoy seguro que nosotros tampoco estaremos mucho más, porque si bien es cierto que la paga es buena, pasamos demasiado tiempo sin ver a los nuestros y se hace duro. Es irónico decir esto. Irónico contemplar cómo los hijos de esta gente nos miran llenos de espanto, cómo sus mujeres nos rehuyen por miedo a que las violemos cualquier día de borrachera y cómo ellos mismos, desolados, bajan la vista en nuestra presencia con rabia y pavor. Irónico compararlo con la vida que hemos llevado fuera de estos muros, la vida que recuperaremos cuando, llenos los bolsillos, pasemos página y regresemos a casa. Digo irónico porque yo amo a mi mujer y a mi hijo de seis años y estaría dispuesto a hacer lo mismo que estos infelices hacen por sus familias, y en cambio no les comprendo, no comprendo su fragilidad y su desánimo, su falta de rencor.
Cuando les miro todo me parece eso: una ironía. Tremenda ironía, como lo es que los dos pequeños de Roberto Salvador, acurrucados en su regazo mientras él descansa y su mujer se esfuerza en preparar algo de comer, lleven puestas dos enormes camisetas como única vestimenta entre tanta ropa apilada por doquier. Unas camisetas de las tantas que su padre ha falsificado hoy. En el pecho, bajo el reconocible anagrama de una famosa marca textil, reza un eslogan lacónico: No hay Vida sin Libertad.

HABLADOR 07/06/0720:11




VOTACIONES DEL TINTERO CCXCVIII: Las camisetas.
Bien, una semana más llegamos al jueves y se abren las votaciones durante todo el día, hasta las cero horas.
Cada uno podrá votar 3, 2 y 1 según las preferencias.
Buenas Letras a todos.

ANDRESNIPORESAS 07/06/0700:01



Pocos,poquísimos..
Os imagino a todos preparando el equipaje para este estupendo viaje a Cumbres Borrascosas que os aguarda..
BLANKA-L 3
ASOMBRADILLA 2
PIETRO 1
Muy feliz viaje y estancia en el "País de Siempre Sí" !!!

gemmayla 07/06/0716:20



Votos.
ASOMBRILLADA......................3 votos
BLANKA-L..............................2 votos.
GEMMAYLA.............................1 voto
Salud y buenas letras a todos.

ANDRESNIPORESAS 07/06/0717:00



complicado está votar
Seremos pocos pero qué difícil está votar. Todos me gustan, cada uno en su estilo...
3) ASOMBRILLADA porque se supera
2) GEMMAYLA porque se está creando un estilo
1) ANDRESNIPORESAS por vacilón
PIETROCRESPI, vivo yo muy cerca del Reina Sofía y, después de leerte como unas diez veces sin comprender, de pronto he visto claramente a los 200 pensionistas de Villalpando con sus camisetitas de El Zorro, haciendo cola... y me he reído muchísimo. Sigue por aquí ¿quieres?

BLANKA-L 07/06/0717:41



Votox
Da sombrilla ----------3
Ay, la geeeemma----2
Kal Blanca-------------1

PietroCrespi 07/06/0718:08



Voto
Aquí huele a confabulación, que diría alguien.
PietroCrespi.................3
MyGemla.....................2
Andresniporesas..........1
Blanka, premio al mejor diálogo, anda que...ya os vale.:)))

ASOMBRILLADA 07/06/0721:13



RECUENTO DE VOTOS DEL TINTERO 298.
HECHAS LAS DEBIDAS SUMAS EL RESULTADO OBTENIDO ES EL SIGUIENTE:
Ganadora: ASOMBRILLADA.........11 votos.
Finalista: GEMMAYLA................7
Le siguen:
Blanka, 6 votos.
Pietro Crespi, 4 votos.
Andresniporesas, 2 votos.
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Ojalá sea un fin de semana inolvidable. Estaremos con vosotros en la distancia. Así son las cosas: a un lado las ilusiones al otro las responsabilidades.
Circunspectos saludos y buen botillo.

ANDRESNIPORESAS 08/06/0700:07