sábado, 26 de mayo de 2007

CCXCVI... El balcón

TINTERO VIRTUAL CCXCVI.- El balcón
Eh, qué buena gente¡¡¡ Se agradece mucho el premio. Esta semana ha sido como para presumir de ella. Muchísimas gracias.
Esta semana venimos asistiendo a una lenta escena del balcón, modificada para la vida moderna. El joven galán pone la pasión y la fuerza pero también tiene que cargar con los yerros mismos hasta un segundo piso, y arriba le espera una doncella en forma de albañil rumano que no se sabe si tendrá trenzas pero sí que sabe de verdad ponerse inaguantable, como buena princesa. Cara princesa.
Y el pobre caballero acaba machacándose la mano...
Merece la pena dedicarle un tintero a los balcones.
Suerte y muchas gracias otra vez. Sois increíbles.

BLANKA-L 18/05/0701:30




  • El sueldo de Sandra Merced
Sandra Merced ha cobrado la nómina esta mañana de fin de mes de un noviembre adusto como un paisaje cansado . Un estipendio compuesto de retales y migajas - doscientos euros por aqui, por atender a un anciano en Chamberí, trescientos euros por allá, por limpiar cuatro casas de una misma finca en el barrio de Salamanca, ciento cincuenta euros acullá por hacer suplencias en el turno de noche de una gasolinera de la A-2. Seiscientos cincuenta euros como seiscientos soles de las antiguas monedas de su país. Sandra Merced es peruana, inca del Cusco como Túpac Amaru I. Todos aqui, en la madre patria, la toman por ecuatoriana. Antes se ofendía. Ahora le es indiferente. "En este país no distinguen entre Simón Bólivar y Antonio José de Sucre" Sandra Merced es licenciada en Historia en su país y aqui no le convalidan el título, pero lo mismo da, a nadie parece importarle eso.
Su hermano Mario viene esta noche a recoger el sobre con los trescientos euros que aparta todos los meses para mandar un giro a su país. Con esos trescientos, su abuela, sus hermanos y su madre viven bastante mejor allá que antes, cuando su hermano y ella no habían emigrado. Con los restantes, ella y Mario malviven aqui compartiendo techo con una jauría de malhechores colombianos y magrebíes. En cuanto le sea posible buscará mejores compañías con las que convivir las escasas horas que le quedan de asueto.
Sandra Merced aguarda la llegada de Mario asomada al balcón de la terraza. Una terraza repleta de cachivaches que se almacenan ahí por si algún día tuvieran alguna utilidad. Cosa tan improbable como imaginar que a Sandra Merced le pueda marchar bien la vida un día de éstos, inopinado, fortuito, un día cualquiera cargado de buena estrella. Mario ha llegado ya. Silba a su hermana que esparce un aire distraído por la atmósfera, como de hadas. Sandra lanza el sobre que contiene los trescientos euros cansinos a la calle para que las manos extendidas del joven lo coja como todos los treinta de cada fin de mes. Pero el sobre contiene trescientos euros cansinos, hastiados, indolentes que no admiten trayectorias certeras ni líneas de meta precisas. El sobre, los trescientos euros como soles peruanos han querido dejarse caer en la jardinera del balcón del piso de abajo, ese piso deshabitado, de dueño ignorado y paradero desconocido. Sandra Merced y Mario, desolados, no saben qué hacer, cómo proceder. Se turnan por la noche para velar el sobre, pero a eso de las cinco de la mañana a Mario le vence el sueño y se queda dormido con la cabeza reclinada sobre su pecho, sentado en una silla de formica desvencijada, que trajo de la cocina pero que se quedará ahí engrosando la cacharrería. Se ha quedado dormido con una lata de Coca-Cola en la mano, que también se quedará ahí por tiempo indefinido engordando el desorden de la terraza.
A eso de las cinco de la madrugada Mario no ha podido ver al pajarraco ése, paloma o buitre urbanos, que se ha llevado en su pico rapaz el sobre que contenía los trescientos euros cansinos, hastiados, flojos pero cargados de solera como soles peruanos.

gemmayla 18/05/0709:45




  • Semilla de perejil
A sus cuarenta y cinco años, Juan Arganda era Jefe de Producción de una fábrica de tuberías para desagües y ya pensaba en su jubilación. En lo que haría cuando llegase el momento de iniciar la tercera y última etapa de su vida. Su duda era elegir el lugar, entre el campo o la playa. Ambos tenían en común el sol, la tierra y el aire que era lo que más ambicionaba. Desde que se casó, todos los meses cogía unas pesetillas y las depositaba en su Libreta de Ahorros. De esto hacía ya dieciocho años. Enemigo de los plazos, lo suyo era pagar al contado y cuando tuviera lo suficiente, echaría una moneda al aire: y si cara, al campo, y si cruz, a la playa.
Y esto encantaba a su mujer, Anita, mujer de carácter pero bonachona, quien al ver tan ilusionado a Juan hacía aumentar los ahorrillos con igual cariño e interés. Sin embargo, eso de la playa en la que el viento empuja la arena hacia los ojos y el agua salada que le producía arcadas no terminaba de aceptarlo. Llegado el caso, pensaba Anita, iría a San Pancracio, de quiera era devota, le pondría perejil a sus pies, y seguro que la moneda les conduciría hasta una casita en el campo donde plantar lechugas, limpiar sus rosales y caminar por los senderos de la mano de su esposo recordando el pasado, alegres por los días de paz que tendrían por delante.
Juan Arganda, a poco de su jubilación, tenía ahorrado lo suficiente para comprar su anhelo en la playa, donde ver todos los días la salida del sol, o en el monte, donde correr con sus perros dentro del bosque, según le dictase la moneda. Y fue cuando Anita plantó en su mejor maceta del balcón donde vivían, una ramita de perejil, ignorante de que al mismo tiempo la vida también tiene sus semillas.
Juan Arganda tiene setenta y cuatro años acabados de cumplir este 15 de Agosto, fiesta de la Virgen de la Ascensión, pero el no lo sabe. Anita, tan enamorada como siempre, le ha preparado un helado de turrón, su postre favorito y se lo ha dejado, como tantas otras veces desde hace muchos años, en el balcón, para la merienda de la tarde. Allí seguirá Juan hasta la hora de acostarse fijando su mirada en uno de los desagües callejero, camino de entrada a toda la red de alcantarillado de la ciudad, sin saber porqué.
Boscán

nuki60 18/05/0713:25




  • Duda razonable
En la explicación de los hechos no se argumenta cómo pudo abrir la puerta del balcón para salir. Se puede conjeturar que estuviera abierta o que en todo caso la manilla no fuera difícil de girar. De cualquier forma se puede asegurar que a duras penas se asomó por la baranda, tal vez apoyara la barbilla en la fría superficie metálica o simplemente contemplara el exterior entre la separación de los barrotes. También es seguro que su atención debió centrarse en algo que le atrajo desde fuera, que regresó dentro para coger carrerilla, que no lo pensó ni un instante y que en alocada carrera saltó por encima de la barandilla como un pura sangre lo haría por encima de un obstáculo en el Grand National.
Una señora se sobresaltó en la calle al escuchar el estruendo tras de sí. El horrible sonido de casquería machacada le hizo recordar la vez que su madre cayó al suelo y se rompió la cadera. Se volvió con rapidez presintiendo que vería algo penoso y su temor resultó minúsculo frente a la visión de un cuerpo reventado contra el asfalto. Como un globo lleno de agua que al explotar esparce su contenido por todas partes, así lo recordaría más tarde. Había sangre en todas direcciones y, espachurrado contra el suelo, un setter inglés de color casi indescriptible, quedaba ante sus ojos desorbitados.
Pudiera ser que las palomas o pajarillos que siempre venían a posarse en la barandilla de su balcón le provocaran con sus aleteos. Podría ser que por unos momentos creyera ser tan ágil como un gato y que nada debía temer porque tendría tantas vidas como éste. Tal vez lo único que quisiera era jugar, o volar ¡por qué no! en el espacio que se abría en aquel gran horizonte que sus ojillos miraban con lánguida envidia. Quién sabe si no fue un acto desesperado de huida por no aguantar más aquella perra vida a que le sometía un amo cruel y déspota. Por qué no pensar que el dueño tuviera algo que ver en la caída. Al fin, quién puede negar que aquel salto representara una decisión reflexionada de un animal al que no le quedaba otro camino que el suicidio.
Todo quedó en la suposición de que el perro se precipitó al vacío tratando de alcanzar a unas palomas. Nadie preguntó al propietario si conocía otras causas posibles.

HABLADOR 20/05/0710:34




  • La torre del tigre
—Házmelo grande —le dijo la princesa al arquitecto—, amplio, bien saliente... Házmelo orientado a la ciudad para que yo pueda ver a mi pueblo y estar con ellos.
—Así lo haré, princesita —sonrió el viejo arquitecto, Enrolló los planos de la nueva torre y se los dio a su hijo y ayudante para que los guardara en el estuche.
La princesa, muy contenta, les señaló la puerta con la punta de su babucha de seda y plumas de avestruz. Por fin iba a poder ver su maravillosa ciudad y sus buenas gentes siempre que quisiera, sin tener que esperar a que estuviera reunido el cortejo y listo el palanquín de sándalo sobre el elefante.
El rajá esperó en la puerta al viejo arquitecto con el ceño muy fruncido, y le ordenó.
—Oye, ese balcón tiene que estar bien alto en la torre. No podemos dejar que cualquiera contemple a la princesa y ella tampoco debe oír la voz del pueblo cuando se pone terco y violento ni cuando llora. No conviene. ¿Me has entendido?
—Sí, mi señor. Alto estará —contestó el arquitecto obediente.
Y así fue como el balcón, en forma de media luna, quedó grande, amplio y en la cima de la torre nueva del palacio. Era un espacio bello, armónico, y estaba bien adornado con pedrería y las mejores cortinas mosquiteras de fina gasa de seda. Se veían las terrazas de la ciudad por el día y las luces por la noche, y se oía un vago rumor humano y todos los trinos de las aves del cielo.
Todos quedaron contentos.
Menos el hijo del arquitecto que era un jovencito apasionado y desde que había visto a la princesa sentía un ardor extraño y unas ganas de volver con ella, y soñaba que se acercaba y, por Shiva, la abrazaba y todo lo demás, y se moría de melancolía porque desde su casa sólo podía distinguir un borrón oscuro con un punto de luz, la carita morena adornada con un diamante en la frente, cuando ella se asomaba mucho por encima de la barandilla. Si no, no se veía nada.
—Necesito tu magia —le dijo a Shiva, la de los cien brazos— porque quiero abrazarla aunque sólo sea una vez.
—Me darás tu vida —le advirtió la diosa, que era justa en sus tratos.
—La tendrás de todas maneras porque se me va —suspiró el jovencito.
Entonces, en el momento en que se ponía el sol, la diosa tomó una gota de sustancia del horizonte y convirtió al hijo del arquitecto en un mágico tigre enorme, en parte rojo como el poniente, en parte negro como la noche que venía, y le ordenó:
—Alcánzala y sé uno con ella.
El tigre dio un salto prodigioso sobre los tejados de la ciudad y ardiendo como el sol rojo cayó sobre el balcón del palacio, y la princesa corrió hacia él y se lanzó a su fuego y fue una con él. Y cuando toda la torre ardía, Shiva los salvó y los hizo descender suavemente en sus manos hasta la selva.
Por eso en la región de Bengala los tigres descendientes de la princesa y el hijo del arquitecto tienen la fuerza de él, y un diamante blanco en medio de la frente como ella.

BLANKA-L 21/05/0715:03




  • UNA MIRADA DESDE EL BALCÓN.
Salí al balcón hacia las once de la noche y me acodé en su barandilla. Hacía una noche tibia, como consecuencia de un día templado. De pronto la luz de una habitación de enfrente se encendió y apareció recortada sobre la pared salmón la figura de una bella mujer. Se acercó al balcón suavemente y se fijó en mí, que abandoné mis pensamientos para llenarme de su presencia. Un escalofrío me recorrió el cuerpo como una sacudida.
Entreveía su cara plácida retando las sombras de la noche y cruzando su mirada con la mía. De cuando en cuando su lengua mojaba los labios y yo me encendía por ella. En ese momento hubiera hecho el amor en el aire. Creo que a distancia la poseí con el dulce apasionamiento que se aman dos seres que saben que ya nunca más se volverán a ver. O como dos gaviotas que se dejan llevar por el viento.
Desapareció un instante de la luz y al punto volvió con un peine y comenzó a peinarse de espaldas a la ventana. El gesto repetido de pasar el peine por el pelo, que le llegaba hasta los hombros, me puso tan nervioso que adopté una postura incómoda, con la cabeza estirada y casi colgando hacia el suelo. Me di cuenta de que la farola de la calle estaba apagada. Seguramente se fundió la bombilla y ya se sabe que el Ayuntamiento es lento en reparar los desperfectos.
Cuando volví la mirada a la ventana advertí que ella había desaparecido. Dudé un instante en irme yo también o esperar, pero si había dejado la luz encendida es porque pensaba volver. ¡Y volvió! Esta vez llevaba un camisón de raso blanco con adornos que no adiviné si imitaban motivos vegetales o una fauna exótica.
Nos observamos mutuamente. Ella hizo un gesto de interrogación. Yo le correspondí afirmandole que me parecía muy bella. Acompañaba mis gestos con los movimientos de los labios correspondientes a la frase que quería transmitir. Ella no se inquietaba y seguía allí en pie, dispuesta a seguir la conversación. Le tiré un beso con mi mano derecha. Ella se llevó instintivamente la mano al corazón. Y volvió a hacer un gesto que interpreté como de llamada. Insistí para asegurarme de que no era una equivocación.
No lo era: de nuevo con su mano me indicó que fuera a verla. El corazón comenzó a batir en mi pecho y me flaquearon las piernas. Aquella preciosa mujer solicitaba mi presencia. Raudo, me di la vuelta y dejé el balcón.
Enseguida todo se me vino abajo. Al abandonar el balcón, instintivamente, encendí la luz de la habitación y en ese instante el mundo de mis ilusiones se vino abajo roto como un cristal que recibe una pedrada.
La noche sombría me envolvió de nuevo.

ANDRESNIPORESAS 22/05/0716:40




  • La maldita silla
Si les hubieran dicho que iban a terminar así, jamás hubieran gastado aquel dinero en la silla de jardín, reclinable, verde oscuro.
El día que la compraron, el mozo que subió a por ella a la última estantería parecía tener una mirada extraña. Lo recordaban ahora al repasar los hechos tratando de ver dónde habían cometido el error, si es que lo había.
Les dijo que era ligera pero resistente y bromeó diciendo que parecía tener vida propia. Le costó bajarla, lo notaron. Varias veces tropezaron sus pies contra los peldaños de la escalera, como si ésta defendiera a la tumbona del asalto o como si él estuviera borracho. No lo estaba. Hablaba con fluidez y con cordura. Tan sólo aquella mirada.
El vendedor les enseñó después varios tipos de cojines y eligieron el de cuadros, que era a la medida y que entonaba con la silla. Les acompañó hasta el aparcamiento, y se aseguró personalmente de que la tumbona quedara bien sujeta. Les pareció el colmo de la amabilidad, pero ahora dudaban de que fuera ése el motivo.
En el trayecto a casa, tuvieron un pequeño percance. El conductor del coche que venía detrás del suyo no se dio cuenta de que habían frenado y embistió con fuerza suficiente como para abollar el maletero, que quedó abierto sin posibilidad de cerrarse. Llovía. Rellenaron los papeles para el seguro y prosiguieron el viaje. Ya llevarían el coche al taller; antes convenía descargar la silla.
El envoltorio estaba empapado. No le dieron importancia. Lo metieron en el ascensor con dificultad, y les pareció notar que había ganado peso. Él se aplastó el pulgar contra el espejo, que se cuarteó, y unas gotas de sangre cayeron sobre el envoltorio.
Por fin llegaron al balcón, lugar de destino de la silla. Seguía lloviendo. Abrieron el embalaje y colocaron la tumbona en la esquina más resguardada del balcón. Se olvidaron de ella hasta el día siguiente.
Amaneció un día radiante. El sol daba de plano sobre la silla, que ya no estaba donde la habían dejado. No les llamó la atención, pensaron que el otro habría hecho el cambio.
Han pasado meses y los vecinos comentan que hace mucho que no ven a la pareja.
Ellos pasan el tiempo cuidando las flores de su balcón, cada día más débiles. Las tijeras de jardín que utilizan, no saben cómo, no se dan cuenta, picotea sus carnes al menor descuido cuando cortan las hojas muertas, y ellos se sientan por turnos, a restañarse la sangre, pensativos y cansados, en la silla que parece, cada vez más, hecha a medida para ese balcón.

ASOMBRILLADA 23/05/0700:17




  • La calle Tintero
Me despertó el sudor del mediodía, había pasado mala noche y el sueño tardó en recogerme. Me di una ducha y abrí el balcón, todavía entraba más calor de la calle del que ya había dentro de la casa, y el sofoco de llantos, de ruidos de patadas, hizo que me asomara a la calle medio desnuda. Los balcones y ventanas de los demás hogares también estaban abiertos, y los que permanecían cerrados no tardaron en abrirse aun teniendo el privilegio de poseer ventiladores y aire acondicionado.
En la calle se representaba un espectáculo insólito, una pareja de ancianos decrépitos apaleaban con sus bastones a unos jóvenes indefensos ante el respeto de las canas violentas. Los balcones miraban sin parpadear y sin abrir la boca, la gente en la calle pasaba de largo, algunos se daban la vuelta para seguir mirando sin hacer mucho caso ya que soñaron o pensaron que nada era real, una alucinación por el calor sofocante que auguraba una portentosa tormenta.
- ¡Quietos!, ¡Basta! – grité sorprendida por ser la única persona que parecía tener voz.
- ¡A callar! ¡Metete en casa! – dijo el viejo sin dejar de golpear a diestro y siniestro a los jóvenes ya maltrechos.
Su bastón estaba teñido del color intenso de la vida y en el rostro de la vieja resaltaban sus ojos de sapo salpicados de sangre joven dándole un aspecto terrorífico.
Llamé a la policía y bajé a la calle envuelta en un albornoz, cuando puse los pies en el asfalto los viejos se lanzaron hacia mi y volví al interior del patio de mi casa para protegerme. Aporrearon la puerta y rompieron los cristales.
- ¿A qué viene esta violencia?
- ¡A callar! – repetía el viejo - ¡A callar! – coreaba la vieja - ¡La calle es nuestra, llegamos aquí hace cinco años y ningún niñato nos va a desplazar de estas aceras ni de estos bancos!, ¡Faltaría más!
No daba crédito a aquellas palabras, pues hacía más de siete años yo ya me había sentado en aquellos bancos junto a otros vecinos a charlar de nuestras cosas y de los últimos libros que habíamos leído y aquellos rostros eran completamente desconocidos para mi. Afortunadamente la policía no tardó en llegar y fueron rápidos apoderándose de sus bastones. El viejo amenazaba a los policías y la anciana se protegía tras sus espaldas, entonces me atreví a salir y me dirigí a auxiliar a los tres muchachos malheridos, uno de ellos ya sin vida, completamente roto. Lloré amargamente y miré hacia arriba, hacia mis vecinos silenciosos, todos ellos culpables del crimen allí cometido.
Pronto llegaron ambulancias, auxiliaron a los muchachos todavía vivos y al muerto lo enfundaron en un saco negro, el sonido del cierre de aquella cremallera me hizo una cicatriz en mi vida. A la vieja se la llevaron con facilidad pero el viejo seguía gritando:
- ¡La calle es mía!, ¡la calle El Tintero siempre ha sido mía!
Unos dicen que fue el calor, otros el preludio de la tormenta y los que más culparon a la locura senil de una vida vacía. Mis antiguos vecinos, ya repartidos por mejores barrios, no daban crédito cuando leían las noticias del suceso de aquél barrio tranquilo que siempre fue libre hasta que aquellos ancianos intentaron tomarlo como suyo.
D.E.P.

ecumedesjours 23/05/0703:02




  • AgostoAgosto.
Veía el partido encabronado ¿A caso había otra forma de ver el furbol? Lanzaba los brazos hacia la tele cada vez que el arbitro tomaba una decisión discutible, luego se frotaba vigorosamente la calva. Su sonido favorito era un gutural “baaaaaaaaaaaaahh”, y sus insultos más exóticos “Sinvergüenza” e “indocumentado”, pero de forma inconsciente el sabía que nada superaba la frase: “Tu puta madre”. Para él, “tu puta madre” era el cúlmen de la lengua castellana. Podía denotar sorpresa, enfado, insulto, tristeza, etc. Servía para todo, que le pitaban al conducir...”¡Tu puta Madre!” Que una lata de cerveza henchida de gas le manchaba de espuma...” ¡Su puta Madre!”...Que Vanilsterroy metía el primero: ”¡¡Tuuuuuuuuuuuuu puta madreeeeeee!!”
Pero todavía había posibilidades, no todo estaba perdido. El sufría, sufría con los suyos, nada existía mas allá de la tele, nada trascendía al partido. Era un simbionte, un solo ser, estaba convencido de que era el jugador 12. Se acercaba al televisor cada vez que los su equipo penetraba el área y se replegaba en el sofá cada vez que defendía.
Su mujer decía algo desde la cocina, no había tiempo para escucharla, ella hablaba a tiempo completo. Los “si cariño” y los “Arava” ya no la contenían, algo pasaba, pero él no la entendía, cascaba tan rápido la jodida. A veces creía que los sonidos de las letras los pronunciaba tan velozmente que se convertían en un “chorro” acústico, sin pausas, constante e implacable, como una batidora, un taladro, o una lavadora centrifugando furiosa. Su cerebro pensaba “cállate ya mujer, por dios, ¿no ves que vamos uno cero?”
Los lances de la lid lo mantenían nervioso pero atento a pesar del zumbido de su mujer y la música ratonera de su hija. Él estaba con sus chicos, ellos corrían y el se rascaba la panza repleta de morros y callos.
“¡¡Tu puta madre, arbitro, sinvergüenza, indocumentado!!” Penalti en contra, la hecatombe. Necesitaba cerveza, se llevó la lata los labios y justo en ese momento le calló una piedrecilla de grava en la lata. Se extrañó. Sostuvo la piedra en su mano y entonces “Gol!”, Raúl transformaba el segundo. “Cagon´ la hostia” susurró, y entonces una segunda piedra le dio en la calva y reaccionó. El atontado del novio de su hija estaba tirando chinitas al balcón abierto. Una tercera piedra rebotó en su panza y entonces gritó: “ La ventana de al lado pedazo de anormal”. Bueno, "saque del medio campo", anunció el idiota del comentarista. Dos cero, nada estaba perdido pero, para él, ahora todo el mundo era mediocre y estúpido. Encabronamiento máximo.
La Jenni se asomó dejando que su ebúrneo escote compitiera con la luna en belleza y descaro. El “Deivi” casi se cae de la scooter al verlo. “Ahora bajo, niño” -le gritó-. Mientras esperaba, se ajustó la chupa naranja, se afiló los curnecillos de su peinado-cenicero estilo “rey del burger King” y puso Andy y Lucas a todo el volumen que su móvil permitía. Era un romanticón.
Jenni pasó por el salón trotando para que nadie se fijara en su atuendo de pilingui. Un éxito de táctica, al menos contra su padre que estaba ocupado en la tele y en una concienzuda exploración digital de su oído izquierdo y sus fosas nasales, al más puro estilo de Luis Aragonés. Pero de pronto, la mama se interpuso en su camino con los brazos en jarra y su pie repiqueteando el suelo. “¿Ande te crees tú que vas asín jovencita?”
Algo ocurría, había una distorsión, un ruido extra al de su mujer, más agudo, más molesto... estridente. Dios mío que se callaran. No oía a Julito Salinas, podrían estar comentando algo interesante como la humedad en el campo o una de esas estadísticas absurdas que los becarios de periodismo se inventaban para los partidos. Su hija no dejaba de berrear con su mujer, aumentó el zumbido a niveles insoportables, y en la calle el cani del deivi daba la serenata con el móvil. ¡Qué plasta de tías! No quería oírlas, pero su cerebro cazaba frases como: “¿Has visto como va tu hija? , “pero papa, déjame que yo solo”, ” Ni hablar señorit...” , “haré lo que quiera...”, “¡te cruzo la cara!” ¡Qué te calles bruja!”. Entonces ese cerdo de Roberto Carlos toma el balón en la banda, corre como un condenado, se la deja a Beckham –puto nenaza y su pierna de francotirador-, la cuelga a la frontal, “¡Joder nó! ¡Paradlos, paradlos!” -Se oye gritar-. El balón cae a los pies de.. de... “¡ Pero quita de en medio mujer!!” Su mujer se pone delante de la tele, solo ve las piernas paquidérmicas de su esposa y las cachas desnudas de su hija adolescente. Tendrá que contorsionarse como una anaconda de 100 kilos para poder ver la tele detrás de su familia de tocapelotas. “¡Apartaos, apartaos, por dios!” El balón lo tiene Robinho, la defensa no hace nada. Consigue ver un cacho de tele entre las piernas de su hija, la falda es tan corta que pueden verse hasta las gradas. ”Pero Manolo ¿¡la vas a dejar salir asin?!” Pase en profundidad para Raúl, que deja para Vanistelroy en el área chica “¡¡contesta manolo!!” “¡¡NO NO NO Jodeeeeeer, Es el fin, el fin!! Vanistelroy recorta, se agarra a la pequeña mesa auxiliar con toda su fuerza “¿¡cómo que no papa?!” “¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!”
Y gol.
Tristemente gol. Gol gol gol gol gol gol gol....Estalla la rabia y sus brazos de tornero fresador levantan en un acceso de ira la pequeña mesa de cristal, la lanza por los aires lateralmente y acaba saliendo por el balcón. En cámara lenta, las dos mujeres ven la mesilla volar, mientras la legión de figuritas que la asediaban se dispersan por el salón y los retratos de la comunión se estampan contra las paredes. Todas las miradas, menos una, ven como la mesa se precipita a la calle. La mujer y la hija se abalanzan sobre la barandilla. Abajo, el ruido anuncia la catástrofe...El Deivi se tambalea a cuatro patas entre trozos de cristal y madera , el impacto desde un primero lo ha dejado grogi.
El padre se lleva las manos a la cara, esta conmocionado, es un mazazo, una tragedia...una tragedia...tres cero...tres cero..tres cero...es el fin.

Revontulet 23/05/0710:02




  • Balcón con vistas a la dicha.
Cuando despierto, la mujer se mueve. La miro durante un rato y cuando estoy seguro de que aún duerme, la beso en el cuello y me levanto cuidadosamente. Cojo el paquete de tabaco, enciendo un cigarrillo y subo la persiana. La mañana bonaerense es plomiza, el viento de levante, encajonado en la calle silba una monótona cantinela. Su ulular es leve, pero recuerdo que ya me advirtieron de su capacidad para hacer enloquecer a la gente. Pero me atrevo a desafiarlo y abro la puerta y salgo al balcón. La calle está desierta, la ciudad aún duerme y ni siquiera los cantos de mirlos y vencejos son capaces de despertarla. Como párpados blancos, las persianas velan el último sueño de sus moradores.
Me acodo en la baranda y recuerdo lo que ayer decía la mujer: "habrá que pasarle también el trapo". Su rostro vuelve a estar a mi lado, reconfortante. La ilusión frente la nueva vida que se abre ante nosotros resplandece en ella, le confiere un aura que me acaricia sin abrazarme.
Miro la calle, a la izquierda una rotonda, a la derecha más allá de las ruinas del convento cruza un pesado mercancías. Nada de eso importa. Dentro de unas semanas, cuando la brisa marina refresque el calor inclemente, estaremos los dos sentados en este mismo balcón apurando unas cervezas. Miraremos sin ver, hablaremos de cosas vanas que no dejarán huella, y cuando ella diga, tras un estremecimiento, exclame: " cariño, tengo frío", mi abrazo se verá envuelto de ternura y nos retiraremos a dormir.
Abrazo la baranda, es una sensación extraña: por primera vez en mi vida viviré en una casa con balcón. Es así, con estos pequeños detalles, con los que se goza la felicidad.
_______________________________________________
Nota del Autor: Para Erkaytano con mi agradecimiento por su dedicación e interés, y para Soneto con el deseo de que vuelva a tener pronto buena inspiración y mejor ánimo.

Txambelin 23/05/0723:29



Re:Balcón con vistas a la dicha.Respuesta a: Balcón con vistas a la dicha.Gracias por la dedicatoria Txambelín, aunque mi ánimo está muy bien y mi teclado sigue sacando nuevos relatos.
Saludos.
:)

SONETODECUERDA24/05/0714:59


VOTACIONES DEL TINTERO 296: EL BALCÓN.

Es ya medianoche y se abren las votaciones para el Tintero 296. Asómense al balcón y voten 3, 2, y 1 a los relatos que les gusten.
He contabilizado 9 relatos; ha faltado uno para diez, lástima.
Tienen tiempo hsta las 0,00 horas del jueves 24.
Buenas Letras.

ANDRESNIPORESAS24/05/0700:02


Votando que es gerundio.

3) "Duda razonable" de Hablador
2) "La calle Tintero" de ecumedesjour
1) "Agosto" de Revontulet

Txambelin24/05/0701:39


votos

Revontulet 3
Asombradilla 2
Andresnipor 1

gemmayla24/05/0709:46


Mi votación

El sueldo de Sandra Merced 3 puntos
La torre del tigre 2 puntos
Vistas a la dicha 1 punto
Boscán

nuki6024/05/0720:16


votos

3) GEMMAYLA
2) ASOMBRILLADA
1) HABLADOR
Muy bonito Txambelin, muy prometedor Nuki, un cinco para REVONTULET

BLANKA-L24/05/0720:39


votaciones

¡Cuánto tiempo sin ejercer este derecho! Es como un preludio del domingo electoral ¡fijate!
Sin más:
3 puntos - GEMMAYLA "El sueldo de Sandra Merced"
2 puntos - ASOMBRILLADA "La maldita silla"
1 punto - BLANKA L "La torre del tigre"
UN saludo de otro pobrecito hablador...

HABLADOR24/05/0721:08


Voto

Blanka...............3
Hablador............2
Revontulet.........1
Hasta mañana

ASOMBRILLADA24/05/0721:46


Votos.

Blanka-L...................3 votos (Me encantan los cuentos; soy un niño).
Hablador...............2 votos.
Asombrillada...........1 voto
Pues nos vemos en el recuento. Gracias.

ANDRESNIPORESAS24/05/0721:52


v

Tambelin 3, Hablador 2, Gemmayla 1.

Revontulet24/05/0723:32


V

Txambelin ---- 3
Hablador ------ 2
Revontulet ---- 1
Salud

ecumedesjours24/05/0723:36


  • RECUENTO DE VOTOS DEL T-296: EL BALCÓN.

Hecho el recuento correspondiente, salvo error involuntario, arroja los resultados siguientes:
GANADOR.....(Otro Pobrecito) HABLADOR....12 votos.
FINALISTA....GEMMAYLA...........10 votos.
Le siguen BLANKA Y ASOMBRILLADA Y TXAMBELÍN Y REVONTULET.
Al menos ha acabado el día con un regalo para quien tanto dio por el Tintero. (Si como en casa en ningún lugar, OPH).
FELICIDADES Y a poner tema.
Buenas y nostálgicas Letras a todos.

ANDRESNIPORESAS25/05/0700:04