martes, 3 de abril de 2007

CCLXXXII.- Infiltrados

TINTERO VIRTUAL CCLXXXII.- Infiltrados

  • Gracias.
    A propuesta del señor Kastorp infíiltraos donde podáis o queráis.
    Quiero hacer una mención especial a las magníficas sobremesas que nos brinda el señor Sementerio.

    Chesterton 09/02/0710:49
    .........


    Troll.
Tiene usted razón. Ahora que lo dice, soy un Troll, me siento descubierto. Fui llevado para serlo a una escuela donde me educaron con ese fin, en aquella comunidad de enseñanza y adiestramiento se preparaba en el sadismo una conducta, que unida a una capacidad para llevar la violencia al paroxismo, iba a hacer de nosotros lo que somos. Los estudiantes eran empujados desde que ingresaban en el centro al desarrollo de sus cualidades Troll en multitud de campos de la expresividad, sobre todo sus formas deformadas. Desde la atávica locura hasta el moderno surrealismo, se nos dotó con capacidades de histrión. Mi físico no era adecuado y se estuvo preparando en mi casa el interminable año en que un dentista puso sentido de proporción Troll en mi boca. El dentista mantuvo fijamente encajonado un tanque de la Segunda Guerra Mundial en mi dentadura, pensando equivocadamente que mis piños de bestia inmunda se retirarían a posiciones menos expuestas en la batalla, pero que al final sólo me dejaron al crecer fuertes dolores de muelas por no estar los dientes en su sitio.
Mientras tanto, los domadores encontraron oportuno estimular mi vocalización Troll en la escuela. Aprovecharon aquel amasijo ferroso que me hacía llevar la familia en los belfos, para dar futuros lucimientos a mi aspecto y que realzara la nobleza de mi estirpe, y se creó para mí el deber como heraldo de transmitir en voz viva cuantos comunicados se hacían diariamente los profesores durante las clases. Aquellos partes, edictos y circulares sin sentido tenían que declamarse oralmente, en público, ante la mirada atenta de otros florecientes, atribulados, jóvenes Trolls, indignados por el tedio de semejantes sesiones. A las horas de recreo, en el foso de arena, multitudes confusas de compañeros Troll se acercaban a agitarme y transmitirme su rabia. Enturbiados por sus sentimientos aprendidos en las jaulas de adiestramiento, me hacían partícipe de sus denigradas emociones, que se suponía provocadas al ver mi imagen declamando horrendas chorradas cada día con mi boca de hierro, la lengua entorpecida en un esperpento semoviente descomunal y tratando de transmitir emitiendo gruñidos obscenos las notas que se pasaban los profesores, escritas sólo con la intención de regalarse los unos a los otros el placer de mi horrible espectáculo.
En una de estas asambleas aglomeradas, donde se me asediaba para el derribo en el coso de las fieras durante el recreo, la efusión y el descontento de mis compañeros fue tan intenso que sufrí roturas y desgarros en varios tendones del pie derecho. Mis padres, que nunca habían escuchado las quejas de mi persona cuando el habla no la tenía entorpecida por ningún armatoste dental, ahora me entendían mucho menos cuando les exponía la necesidad de arrancar el arsenal bélico que portaba en las fauces. Por ese motivo, cuando al horror del injerto odontológico se sumó el entorpecimiento paralizante de mi pata enyesada, se apoderó de mí la firme determinación de poner fin por la vía rápida a este singular bautismo educativo. Me negué con furia Troll en redondo a transmitir una chuminada profesoral más. Como consecuencia inmediata, fui alzado de la Tierra, tirado de mis incipientes patillas, por iniciativa disciplinaria de un venerable maestro indignado ante mi actitud insumisa. Me mantuvo así, en vilo, agitación de pies en el aire, hasta que el cuero cabelludo cedió quedándose parte de él en sus manos, y el resto sangrante aterrizó conmigo en un aparatoso reencuentro con el suelo, que sonó tremendo al chocar el vendaje de yeso en mi pie contra la loza.
Durante los días sucesivos a este incidente, mi capacidad de declamación se convirtió aún más en una cacofonía tartamuda, inquietante y salvaje, que al menos junto a mi cojera, a mi rostro despellejado y a la magnitud de mi prótesis dental, me convirtieron a los ojos de mis colegas en un monstruo Troll peligroso, al que no convenía acercarse mucho, más por temor al contagio que por otra cosa. Con el tiempo, pude reconducir mi puesta en escena a una vaga normalidad para pasar desapercibido entre los que no son Troll y vivir entre ellos, pero mi naturaleza acaba aflorando tarde o temprano y causa espanto entre los que me rodean. Una vez descubierto, no hago nada para ocular mi aspecto y deseo que empiece la caza. Soy un Troll, estoy entre vosotros.
¡Uhurrrrg!

SEMENTERIO 11/02/0707:46




  • "La incursión de Pedro Salinas en mi pueblo".
Cuando los libros, el cinematógrafo, el gramófono, la lectura de romances y la audición musical bajo los castaños, llegaron por segunda vez a mi aldea, las gentes de la comarca nos increpaban, "Niños, gritad bien fuerte que se os oiga hasta en las colinas del valle, COMUNISTAS". Nosotros obedecíamos vociferando "COMUNISTAS, ¿CUANDO EMPIEZA LA SESIÓN DE CINE?"
Entonces una gran concurrencia de ancianos, abuelas, mujeres, hombres, niños y niñas corríamos detrás de los jamelgos cargados de libros,provisiones, material escolar, botiquines, víveres y las cosas más impensables que imaginarse uno pueda y hasta que no comenzaban los juegos y ejercicios gimásticos en la pradera, no cesábamos de chillar, reír e incordiar a los recién llegados.
Sudorosos nos dábamos un baño desnudos en el río con el maestro de escuela y algunos varones de aquellos infiltrados. Las niñas, las mujeres de la aldea y aquellas damas tan exquisitas e intelectuales sentían pudor y preferían reclinarse bajo los castaños a escuchar el coro que cantaba por el altavoz del gramófono "La voz de su amo". Las niñas preguntaban cómo se llamaba aquel perro que olisqueaba el cono dorado del altavoz y una bella mujer de sinuosas curvas físicas e intelectuales, le respondía con un timbre de voz vibrante, alto y claro, "Nipper, se llama Nipper. Sabemos que tiene amo porque lleva collar, ¿lo veís debajo de sus lindas orejitas negras?" Las niñas asentían y las más atrevidas se abrazaban a aquella mujer de talla intelectual escultural y hermosos senos escondidos en sendas copas de cristal tallado en el jersey de lana tejido por sus primorosas manos.
Al atardecer proyectaban una de Charlot con la Séptima de Beethoveen de fondo. Eran tales las carcajadas, vítores y palmas que al concluir la primera sesión, aquellos infiltrados, que muchos tenían por desalmados comunistas subversivos, tuvieron que rendirse a las exigencias del nutrido público y proyectarla de nuevo de principio a fin, en esta ocasión con versos de Lorca de fondo.
Durante la despedida de la Misión Pedagógica que el cura del pueblo denominaba "La de los Infiltrados", repartieron víveres para dos semanas, incluso un mes, si te sabías administrar. A mi me regalaron un libro que vi y me gustó mucho. Este libro lo tengo escondido a día de hoy en un sitio seguro. No quiero revelar el título y tampoco el autor porque temo aún que algún día venga alguna misión extraña de infiltrados, pero de otra índole. Una misión que arrample con todo, con los cines, las bibliotecas, los museos... que ahora afortunadamente germinan por doquier. Temo que venga ese otro tipo de infiltrados y entonces, vuelta a empezar. Ya no tengo edad para estar bañándome desnudo en el río. Ya no tengo edad para tumbarme ocioso debajo de los castaños.

gemmayla 11/02/0711:48




  • MEMORIA HISTORICA.
Arsenio González García, hijo de Andrés “el purgante” y de Adela “la bordadora”. Nacido en 1923 dentro de una familia con integrantes republicanos y algún que otro falangista. El padre, trabajador del campo, donde había dejado su piel y su aliento, su orgullo y su protesta. La madre, criada entre bastidores y encajes, entre buenas costumbres y la Iglesia.
Cuando Arsenio comenzó la edad adolescente, dejó la escuela y los libros, el juego callejero y a veces los amigos. Todo abandonado por estar al lado de su padre en el campo, por aprender en la universidad del jornalero.
Al cumplir los veinte años el ejército lo reclamó y se lo llevó al cuartel. Dos años de instrucciones y guardias en garitas. En esos años conoció a varios compañeros que le instruyeron sobre las desgracias de los obreros de la minería y los astilleros. Llegó a comprender la diferencia entre la opresión del señorito andaluz en el campo y las luchas de profesionales de la siderurgia, mejor preparados.
Una vez cumplido el servicio militar, tal fue su curiosidad por trabajar en el astillero, que a los compañeros de mili les solicitó ayuda. Y allí se lo llevaron, al principio de follaor de la fragua, mas tarde de moldeador de la fundición. Haciendo piezas de acero y bronce para los barcos, al calor del fuego asfixiante.
A sus veinticinco años conocía en sus carnes las injusticias de aquella época. Al cabo de unos meses comenzó a reunirse con los compañeros del trabajo en la trastienda de la taberna de Paco “el cojo”. Allí escuchaba, por boca de los mas veteranos, las siglas de la UGT y la CNT y se interesó por la historia de las dos centrales sindicales, por los derechos de los trabajadores.
Al principio de los años cincuenta, ya era un miembro del comité sindical en la clandestinidad, por lo que debía saber elegir sus amistades y las amigas. Ante tal recelo, decidió no tener novia nunca y de esa forma evitaría comprometerla con sus ideales. Cuando tenía ganas de sexo, lo hacía con prostitutas, mientras follaba escuchaba las desgracias de aquellas mujeres, el callaba, no decía nada, recelaba de todo desconocido.
Una noche, llamó a la puerta de su casa un compañero del trabajo. Entre jadeos y gritos le dijo que se marchase, que la guardia civil estaba haciendo una redada, y se estaba llevando al cuartelillo a todos los compañeros. Que cogiese cuatro prendas y se marcharse a Portugal, que un camionero le esperaba en la venta “El chaparral” para llevárselo al País vecino.
A la semana siguiente, Arsenio González García, hijo de Andrés y de Adela, se embarcaba en un buque que partía desde Lisboa a Argentina. Nunca pudo volver a España. Murió, solo y sin familia, sin poder pedir justicia. La misma, que un falangista le había quitado un día, cuando se infiltró en el comité sindical en clandestinida

erkaytano 12/02/0720:38




  • Tenemos infiltrados.
-Tenemos infiltrados, mi capitán, señor
-Recluta Gutiérrez, le he dicho mil veces que no repita tanto lo de señor
-Señor, sí, señor, perdón señor, son esas películas del ejército americano, señor.
-Recluta Gutierrez, se lo perdono porque es usted nuevo y como todos los jóvenes está americanizado. Informe de la invasión.
-Toda el área derecha está invadida, señor, perdón, mi capitán.
-¿Qué aspecto tienen los invasores?
-Son de todos los tipos, señor: imágenes, olores, sonidos, sabores, sensaciones táctiles… parece que la invasión ha partido de todos los sentidos. Incluso el área inconsciente se ha visto afectada, señor. Todo está relacionado con un mismo individuo. Un tipo alto y rubio, señor, que es el protagonista de los sueños de nuestra Ama. No sabemos de qué se trata, parece una enfermedad causada por una persona concreta, me arriesgaría a decir que es una alergia.
-Recluta Gutiérrez, es usted demasiado joven. Una alergia… Ay… hace tiempo que no vivíamos una invasión como esta. Es más, diría que nunca la había visto antes, o al menos no tan virulenta.
-¿Cómo vamos a luchar contra esto señor?
-Lo primero es informarnos sobre el tipo alto y rubio. ¿Padece él la misma invasión?
-El Ama cree que sí, señor. ¿Con qué armas contamos, señor?
-Contamos con el batallón Olvido, es el único que puede hacer algo en estos casos. Pero si el individuo en cuestión padece el mismo tipo de infiltración, estamos perdidos, Gutiérrez.
-¿Rendición?
-Rendición Gutiérrez, vaya a buscar la bandera blanca.
(Para celebrar el día de los enamorados, con todo mi amor, para él, que lo sabe)

ANNNIA 13/02/0709:50




  • La Mano del Hombre Muerto.
Dady Cool, el nuevo éxito de Bonny M, hacía retumbar las paredes del club mientras el palillo de Carlito danzaba nervioso de un lado al otro de su brillante dentadura. Una timba rápida en la oficina de arriba, hasta que llegara Lolo. Luego se repartirían entre los cuatro la farla y la pasta del gran golpe. Sí, era una buena noche para Carlito, y además le estaba cayendo un joquer en cada descarte.
"Mi mujer me debe de estar poniendo los cuernos porque esta mano es insuperable. Afortunado en el juego..."
"Estará en la cama con todos los chicos, jefe, llevas unas cartas de pinga toda la partida. Yo no voy."- Carlito se sonrió, a Cachimba se lo permitía todo, era como su hermano pero en feo-
"Me vas a deber mucha pasta por el póquer y porque... ¡te pienso cobrar los servicios de mi esposa, mien`mano!! Allá van dos cientos”.- Vinnie ,el nuevo, no decía nada, calibraba concentrado su apuesta-
"Subo otros dos cientos"
"¡¡Ahí con cojones novato!! Pero sé que llevas la mano del hombre muerto, chico"
Lolo irrumpió violentamente en la oficina, tropezó con el sillón de cuero y se detuvo jadeante delante de Carlito.
"Escucha viejo, está la pasma fuera. Han rodeado la entrada principal, la de emergencia y la de servicio"- se encorvó sobre la mesa, subir corriendo las escaleras era una dura prueba para su orondo culo puertorriqueño-
"¡No puede ser Lolo! Dimos el golpe hace dos horas y media, alguien ha tenido que soltar el chivatazo."
"Solo nosotros lo sabemos jefe".- La observación de Cachimba cayó como un jarro de agua fría. El ambiente se heló y el aire se volvió un entramado de miradas aceradas que penetraban el humo de los puros a navajazos-
"Atranca la puerta Lolo"-retrocedió de espaldas, llegó a la puerta y ajustó el postigo-"tendrán que sacarnos de aquí por la fuerza"-dijo Carlito-"pero antes dejaremos las cosas claras"- Se levantó súbitamente mientras desenfundaba desde su cadera una ostentosa pistola plateada. Le siguió el resto, las armas salieron de sus fundas con un sonido precipitado similar al batir de las alas de un cuervo. Carlito y Vinnie se apuntaron recíprocamente, Lolo a Carlito y cachimba a Lolo. El tiempo se suspendió entre los cañones y sobre los naipes descubiertos.
"Venga, chicos... ¿Qué tal si nos calmamos todos?- Dijo Lolo –
"Primero, mejor que nos diga Vinnie que hizo después de que le dejáramos en Licoln road hace dos horas" -espetó Carlito con la vista fija en los ojos del chico nuevo-
"Ya lo sabes, viste como entré en el cine Regal, joder. ¡Mira!- tiró con fingida indignación la entrada sobre el tapete, cerca de las cartas de cachimba. La proyección era "La naranja mecánica", se acababa de estrenar-
"Es una película muy rara, no me gustó"- Cachimba nunca se inmutaba, era inmune a la tensión y al estrés, siempre estaba calmado y jovial. Se mesó la barba mientras recordaba como era el film- “carajo, sí, una peli muy rara” - dijo reafirmándose con aire meditabundo-
"La única parte buena es cuando violan a esa mujer y se cargan a su marido con un bate"
"¡Es verdad Carlito! No me acordaba viejo, esa parte estuvo bien graciosa"
"Sí, se lo carga mientras baila singing in the rain. ¿Era eso? ¿Una prueba para saber si la había visto Carlito? ¿Para eso era la farsa de conversación con Cachimba? Penoso... pues ya está. Ya ves que la he visto"- Vinnie estaba nervioso, todos callaban, nadie bajaba el arma-
Te diré lo que veo Vinnie” -retacó la pistola- “veo un chaval ambicioso que se presenta hace un mes con una carta de Richi da Conte bajo el brazo. Hay escritas en ella maravillas sobre él, el chico de oro dicen, pero hoy me entero de que Richi sale de Folson con la condicional y desaparece.” – El cuello de Carlito se tensaba como las mandíbulas de un lobo a punto de saltar por su presa-
“Veo a un chico que después del gran golpe se mete en un cine y sale conservando la entrada como prueba.” – excusatio non petita acusatio manifesta, un pandillero analfabeto enfundado en un hortera traje de Armani puede que desconociera el latinajo, pero conocía su significado: “No eres de Fiar”-
“Y todavía veo más cosas Vinnie: En esa calle vive Melani, mi mujer, y se que hay una cabina en el 1100 justo a unos minutos del cine. Veo como sales del cine sin terminar la peli, llamas a la pasma y le cuentas todo lo que ha pasado, luego nos esperas fuera y te traemos al club. ¿Sabes lo que veo Vinnie?- Lolo comenzó a dejar de apuntar a Carlito, lentamente bajó su arma.-
“ Lo que veo es un puto poli.” "Eh eh eh alto alto, no me jodas Carlito, llevo un mes a tu lado ¿no me he ganado tu confianza? Piensa ¿Y qué hiciste tú en esas horas ? ¿Y que hizo Lolo o Cachimba? -osó responder sosteniendo su mirada-
"Oh vamos, no seas estúpido chico, no voy a traer a un montón de polis a mi local. ¿Para qué? sería mi ruina si registraran esto. Cachimba me acompañó todo el tiempo hasta ahora y Tuercas me dijo que Lolo estuvo con él desmantelando el coche del golpe."
"Podría haber llamado a la pasma al salir" “Asqueroso cabrón..”- Susurró Lolo entre el iracundo chirriar de sus dientes-
Carlito clavó sus ojos en el alma de Vinnie, escrutó su rostro con la confianza creciente del cazador que reconoce un disparo seguro.
"Vas de Farol Vinnie. Llevas dos ases dos ochos y a la reina de corazones."
"Un momento Carlito"- Dijo Vinnie. Cachimba cambió de repente el blanco y le apuntó.-
"Te perdiste un buen tramo de la película, debiste cantar por el teléfono como una cacatúa. ¿Sabes Vinnie? El tipo de la escena de la paliza, no muere. A diferencia...
"¡Esperad un poco chicos! Puedo explicarlo, la verd.."- Dejó de apuntar a Carlito para alzar las manos pidiendo calma... Un gran error.-
"...¡De ti!"
Lo ultimó que vio fue la corredera del arma retrocediendo lentamente con el brillo de la guadaña reflejado en su superficie cromada. El trágico destino, condensado en 357 mm, se le incrustó en el cráneo desperdigando su vida por la pared de la oficina. Silencio.
.... "En fin, tocará a más" -Dijo Cachimba sin perder la compostura.
Primero Lolo, y después todos, se acercaron a las ventanas que daban a la pista del local. Había que pensar en el asalto policial. “Mierda..."- Lolo separó aun más los stores de la persiana veneciana. Entonces ellos también se dieron cuenta. Los agentes sacaban a dos hombres esposados: Renato y Walter casanova, ambos aficionados a las jovencitas.-
No venían a por ellos, menos mal. Se alejaron de la ventana, Lolo bufó, y el resto miró la pared recién pintada de rojo. Un segundo más tarde Carlito era el centro de atención. Se rascó la cabeza con la pistola aun humeante y dijo excusándose con despreocupación:
" ¡¿Qué?! Si no era poli seguro que se follaba a mi esposa.
Todos rieron...
Menos Vinnie.

Revontulet 13/02/0718:49




  • El general Azumbre.


Los mundos habitados cubrían todo aquel brazo de la galaxia y La Frontera, el último cinturón de mundos nuevos, era un lugar salvaje donde se reunían todos los que no tenían nada que perder en sus planetas de origen y mucho que ganar como colonos de los nuevos planetas apenas habitables, apenas dignos de llamarse civilizados, sin dueños y sin trabas y olvidados por la Ley.
La nueva Ópera Flotante era el orgullo de La Frontera, y sus parroquianos eran pioneros de lo más animado. Benson y Yahnna miraron la fauna que entraba en la sala central, el auditorio: Tipos riquísimos cuajados de pedrería recién extraída en los nuevos yacimientos, que mascaban tabaco y lo escupían groseramente por el colmillo. Mujeres muy guapas con vestidos refinadísimos, pero que procuraban descalzarse en cuanto llegaban a su asiento y agitaban los dedos de los pies en alto porque no estaban acostumbradas a llevar zapatos estrechos sino botas para el barro en los campos de sus asentamientos. Estos vanidosos destacaban entre la masa de gente sencilla que tenía la piel curtida por la luz de todo tipo de soles, y se reía y gritaba con libertad, como tenían costumbre en las tabernas y los tinglados libres de sus planetas. Los niños nacidos en la periferia, que nunca habían conocido un lujo como el de aquel edificio de cristal, iban con la boca abierta y los ojos como platos. Se veía algún viejo patricio desterrado a la periferia por intrigas políticas que se sentaba en su palco con vieja dignidad, con indolencia, como si se rindiera a un destino superior y más refinado. La Frontera era un hervidero de intrigas y luchas de poder, un campo efervescente de codicia, donde los desterrados de la política central también tenían campo para sus habilidades.
En ese momento entraba un buen ejemplo de luchador: el general Azumbre, un tipo que había empezado vendiendo protección y había acabado con un ejército propio que alquilaba para pacificar tal o cual planeta, o para destrozarlo, según el gusto del que le pagaba. Era un individuo enorme que venía revestido de una armadura completa, reluciente, que hacía un estruendo como de truenos a cada paso que daba y que miraba ferozmente con un solo ojo telescópico todo a su alrededor, como calculando a quién se iba a comer primero. Venía serio y cejijunto, y rodeado por un montón de guerreros de los suyos, todos exoesqueleto metálico y barbas salvajes. Un horror.
Los jóvenes vigilantes de la entrada, que estaban tan orgullosos de pertenecer al personal de la bella Ópera Flotante que no tenían miedo, le cerraron el paso a Azumbre y le indicaron que allí no se podía entrar con armas. Todo el cortejo de guerreros se detuvo. Azumbre miró al rubio jovencito que le señalaba el guardarropa con un dedo largo de artista, miró la multitud congregada dentro de la sala, calculó su poder si se producía una estampida, observó las armas de defensa que le apuntaban ocultas en las puertas, y entre unas cosas y otras, y quizá porque sólo venía a pasar una velada entretenida, decidió portarse bien: Ordenó a sus soldados que diesen la vuelta y dejasen las armas en el guardarropas.
Los guardianes de la ópera suspiraron de alivio mientras los enormes guerreros crujían y retrocedían.
Benson también sintió un gran alivio. Sonrió y decidió que era hora de buscar asiento
—¿Entramos? —le dijo a Yahna.
Pero la chica estaba muy seria y le indicó que se volviera y mirara atrás.
—Se están metiendo en los pasillos interiores —dijo con miedo.
Y era verdad. Unos pocos guerreros armaban ruido delante del guardarropa, pero la mayoría se habían escabullido en un silencio difícil de creer por los pasillos de cristal azul que llevaban a la parte de atrás del escenario y a los camerinos. Se estaban infiltrando en el edificio sin que nadie se diese cuenta.

BLANKA-L 13/02/0721:15





  • El ejército de Colión.
(Fuera de Concurso.)Edward llevaba dos días de marcha por el desierto cuando vio a lo lejos el cuerpo de un hombre enterrado en la arena; y aunque al principio lo observó con cierta desconfianza, modificó el rumbo y se acercó.
Obligado por las circunstancias se bajó del camello y .palpó con cautela la parte visible de aquel cuerpo con la punta del zapato. La cabeza de aquel individuo se deslizó violentamente hacía delante, cayéndole unos mechones de pelo sobre la frente. Edward se puso en cuclillas y lo miró unos segundos sujetando la cabeza por el pelo enmarañado. Luego apoyando una rodilla sobre la arena, posó una mano sobre un hombro y tiró con fuerza para liberarlo. Entonces se vio súbitamente arrastrado contra el suelo por una fuerza arrolladora que le aplastó las costillas. Se descubrió frente a la cara de aquel hombre que le clavaba entre ceja y ceja una mirada turbia, enloquecida.
_¡sus sombras oscuras se deslizan entre las dunas! _ gritó volviendo a la vida.
Un olor corrosivo surgió de aquella boca pastosa. Edward le miró inquieto, mientras aquel individuo siguió farfullando con furia. Hablaba de unos seres que habitaban las dunas y que lo habían arrastrado hasta el inframundo, de donde había conseguido escapar.
Después de beber agua, ávidamente, éste recobró un poco la cordura, el suficiente tiempo al menos, para revelarle su nombre, Rael, y contarle una extraña historia. Durante días había escalado con las manos desnudas las abruptas cavernas del inframundo, aunque ahora Colión, el guardián de las almas de los difuntos, le buscaba para devolverlo aquel lugar.
Rael no era mala compañía a pesar de todo; hablaba mucho, pero también sabía escuchar. Edward le observaba siempre que podía pues no terminaba de fiarse de él. Durante el día, Rael andaba detrás del camello, hasta que el calor se hacía demasiado insoportable para dar un paso más. Entonces los dos levantaban la tienda para resguardarse del viento y el sol, y una vez allí, bebían con deleite una infusión muy oscura, mientras dejaban escapar la tarde como arena entre los dedos. Al llegar la noche, los dos caían en un estado de profunda melancolía. Edward rumiaba su tristeza observando el cielo, las constelaciones, el universo inmenso y sobrecogedor. Rael solía canturrear una vieja tonada desafinada hasta que las fuerzas le abandonaban.
—No hablas mucho ¿eh?—exclamó Rael de pronto, incorporándose para mirarle.
Edward que apenas se inmutó, continuó perdido en la brillante bóveda del cielo, tan mudo como antes.
— Dime, ¿por qué has venido a morir aquí?
Pasaron unos minutos antes de que Edward se decidiera a pronunciar palabra.
— es mejor que te duermas, mañana tenemos que llegar a la región de Khos y es un viaje difícil
Rael murmuró algo en voz baja antes de enrollarse en su vieja manta de lana y echarse a dormir. Edward permaneció un rato más mirando el cielo hasta que sintió que el sueño lo atrapaba, pero no pudo dormir demasiado.
—Despierta, son ellos, están ahí— era la voz de Rael, que gritaba y lo zarandeaba.
—¿Quiénes?
—El ejercito de Colión, sus guardianes. Están ahí mirándome con sus ojos enrojecidos por la ira, míralos…
Edward echó un vistazo, pero sólo intuyó el contorno de las dunas iluminadas por la luz de las estrellas.
—sólo es el murmullo del desierto, las dunas que se mueven…
—ahí vienen ondeando sus trajes oscuros de tinieblas, sus bonitos trajes oscuros, bordados con hebras de bruma, mira sus ojos y su piel gris cosida a sus mejillas, sus negras ojeras como dos sombras nebulosas bajo esos ojos pequeños y rojos, demasiado hundidos en sus cuencas. Ríen, porque sienten mi miedo, son ellos, los espíritus del desierto.
—calla y duérmete, ahí no hay nada. Sólo oscuridad.
—buscan su tributo de sangre; aquí se ha derramado mucha sangre, la huelo, la siento, ese olor a podredumbre, a oxido, a humedad; y yo se que ese es su aroma, ¿no los hueles?, flotan amarrados a la brisa, son livianos y no pesan y casi no se ven pero cuando se cuelan por tu nariz, infiltrados, confundidos con el aire, se expanden y corren hacía el cerebro donde se vuelven de nuevo aire. Y ya no puedes escapar, porque ellos se ocupan de acelerarte la mente y de hacerla girar. Y gira, gira tan rápido que sientes que no lo vas a poder soportar. Tus pensamientos se aceleran, el corazón se dispara y sientes la sangre fluyendo cada vez más liquida, cada vez mas rápido y más rápido. Tu cuerpo empieza a colapsarse y…
— ¡calla de una vez!
— son las almas perdidas de los que murieron en el desierto. Enterrados vivos por las arenas. Pobres hombres…—susurró y miró fijamente a Edward—. ¡Tú has matado a muchos!, lo leo en tus ojos; tus manos están rojas y tus retinas llenas de sombras violáceas, moradas como el dolor. Tal vez esos fantasmas no vengan a buscarme a mí, esas almas errantes que surgen del frío gélido del desierto, creándose con la propia arena de sus tumbas, con la oscuridad viscosa de este mar infinito de desolación. Tal vez…tal vez hayan venido a vengarse.
De un rápido movimiento Edward sacó un puñal de entre las ropas y le miro fríamente. Rael le sostuvo la mirada sonriéndole de forma burlona.
—empiezo a creer que fue una pésima idea sacarte de aquel agujero.
El silencio del desierto ronroneaba en los oídos de los dos hombres.
— ¿Lo harías, verdad?— Rael rió ruidosamente— .Lo tendré en cuenta.
De pronto los ojos de Rael se perdieron en el infinito.
—Se van; se retiran por hoy.
Edward lo observó durante un largo instante.
—Va a amanecer y cuando lo haga estaremos a salvo hasta que vuelva a caer el sol; entonces, nadie, nada, los detendrá—, dijo, y se tumbó de lado, cubriéndose con la manta.
Edward lo miró pensativo. Guardó el puñal y echó una larga ojeada hacía el horizonte.
—Estas loco, ¿lo sabías?...loco.
La brisa agitaba ligeramente la tela de la jaima. A lo lejos, un mar denso y oscuro de arenas profundas y negras, se ondulaba. Edward sintió la tierra moverse bajo su cuerpo, y escuchó retumbar en su cabeza los pasos solemnes de un milicia. Suspiró incrédulo tratando de serenarse, y mirando las últimas estrellas de la noche, se recostó. Estuvo soñando con el desierto, con Rael hundido en su agujero, con el cielo estrellado y con él mismo; con las manos rojas de sangre, y los ojos brillantes, violentos, morados. Con Colión y su ejército. Ese ejército de arena, frío, y oscuridad. Hasta que el sol calentó su cuerpo y despertó.

espejodevanidad 14/02/0722:13